¡Más arriba! –
decía Orlando muy serio y con voz grave,
como si quisiera que todos conociéramos su personalidad agresiva y dura; y con
el mismo gesto, disparaba una y otra vez colocando una media de nylon sobre el
lente Canon 24-70, mientras le pedía a Ximena que bajara un escalón más y abra
un poco más los labios. Eran como las once de la mañana y se veía preocupado,
como si las fotos no alcanzaran a lograr el objetivo; como si el día se acabara
sin haber logrado su cometido.
Se mordía los labios en señal de desvelo. Orlando
había viajado desde Lima para ésta sesión, apenas si había podido pegar los
ojos y sentir la suavidad del colchón de aquel hotel cinco estrellas, para ser levantado por el botones del Hotel,
que le avisaba a las cinco de la madrugada que le esperaban en el living del Hotel, para su sesión
programada a las siete de la mañana. Tomó una ducha rápida para no hacer
esperar demasiado a la persona que fuera a recogerlo.
Por mi parte, a esa misma hora me encontraba
aún en el bus de Tacna a Arequipa; supuestamente debíamos haber llegado a las
tres de la mañana, pero nos detuvieron cerca de tres horas en el control
aduanero de Tomasiri, sin razón aparente, por “un soplo” según dijeron después, pero no encontraron nada.
Como a las cinco y treinta de la mañana estábamos
tomando el taxi hacia un Hostal con wifi
en la Avenida Dolores cruce con la Avenida Los Incas; descansamos un poco y nos
duchamos con calma. Mientras me cambiaba; recordé que había apagado el celular
durante el viaje; lo prendo y encuentro llamadas perdidas de Orlando, y un
mensaje en el whatsapp que decía que
no me olvide de recoger las luces de casa de Sergio Valcárcel, otro fotógrafo profesional
de la ciudad blanca. El día anterior habíamos conversado y me había dicho que
podía llegar como a las siete y treinta, así que no me preocupé mucho; aún no
marcaban las siete.
Pusimos las cámaras en sus bolsos y vestidos
con shorts y polos, tomamos un taxi hasta la casa de Sergio; no lo encontramos
y al llamarlo, nos dimos con la sorpresa que; Él, Orlando y los equipos ya
estaban en San Lazaro. Arequipa, Perú en
la Mitchell & Cia. S.A.; y nos fuimos directo para allá. Al llegar nos
recibieron muy bien, nos hicieron pasar a una salita en un segundo piso, dónde
estaban: Ximena, Diana, Francisca y Marcelo, modelos para la sesión, además de
la gente de Styling, Maquillaje;
Peinado; asistencia técnica, alimentos, marketing, etc; y Orlando Sender, quien
vestía un jean gastado y muy ceñido; un polo blanco en cuello “v”, con el
estampado de una calavera dibujada que simulaba ser un cantante de rock; su
cabello rapado a los costados al estilo del jugador brasileño “Neymar” y un par de anteojos negros para
el sol bastante punk, que hacía juego con las botas negras de tacón.
El saludo, bastante efusivo, con abrazo y
palmaditas en la espalda. Amparo, estaba algo callada para entonces, como
desconfiada de la situación. Yo; con mirada de preocupación, por no haber
traído la iluminación a tiempo. Preocupación que Orlando disipó rápidamente
indicándome que no me preocupara pues Sergio Valcárcel había preferido traerla
el mismo. Y; porque yo no había coordinado directamente con él. En fin ya
estábamos ahí y las modelos ya estaban casi listas.
Orlando nos mostraba unas fotos de su última
sesión, bastante hot por cierto; de
una chica muy linda y muy alta en la pantalla de su cámara. Y, en eso estábamos
cuando entró una señora rubia de acento agringado, que sin dejar de ser muy
natural, daba la impresión de ser muy sofisticada, saludó con cortesía, miró el
maquillaje de Diana y Ximena y dijo con acento francés agringado - NO, definitivamente está muy recargado;
tienen que cambiarlo suavizarlo, lo quiero más natural – Fernando del
Aguila, maquillador profesional, se apuró a calmarla y a retocar de manera
inmediata el maquillaje, - así me gusta
querida, a mi me gusta que me digan las cosas; hay gente que no habla y al
final quedan descontentas, esto sirve para progresar, para avanzar, yo sabía
que a ella le iba a gustar el maquillaje más natural, lo sabía.. lo sabía – decía
Fernando mientras miraba a una señora con tatuaje de tribal en la cintura a la
altura baja de la espalda, como de unos cincuenta y tantos, trasero prominente
y cabellos rubios en forma de coliflor, que luego me fui enterando que señora,
no era. Quien casi sin hablar, se limitaba a ayudarle a naturalizar el
maquillaje.
Ya casi estábamos listos. La señora sofisticada,
cuyo nombre no logré aprender, se me acercó y me dio la mano; ¿es usted el fotógrafo? , preguntó al momento que Nataly le
indicaba y señalaba con la mano que el fotógrafo era él, Orlando; entonces le
hizo una seña y salieron al balcón mientras Amparo y yo esperábamos cámara en
mano, poniéndonos de acuerdo en cómo asistiríamos en la sesión.
Orlando se me acercó y casi susurrando me
dijo – no pueden sacar fotos de la sesión
– a lo que respondí de manera inmediata que no tenía de que preocuparse,
que no había problema; la señora sofisticada le había pedido que haga unas
fotos de prueba para ver como se veía el maquillaje; así empezó el día.
Salimos, a un patio con corral, al fondo se
podían ver las alpacas, Orlando acomodó a las modelos en la reja de corral
justo delante del sol que iluminaba los cabellos y encendía los colores de las
chompas de Alpaca que modelaban; nunca había estado en una sesión así, había
mucha gente, además de la Cámara de Orlando, habían otras dos cámaras más que
disparaban sin cesar una de un hombre de mediana edad y otra de NATALY una niña de 21 años; de tez
clara; flaquita, estatura más bien baja, blue
jeans y blusita ajustada; ojos achinados y mirada graciosa con la que
congeniamos de manera inmediata, al extremo que Amparo me preguntó al oído - ¿y
de dónde la conoces?; y yo le respondí con una sonrisa en la cara - no la
conozco, apenas la conocí hoy – ambos reímos. Es que había tal naturalidad
en ella, que era como si la conociera de toda la vida; hicimos buena química
los cuatro. Nataly había visto mi trabajo fotográfico en el facebook, y al parecer no le disgustaba.
Orlando; se veía incomodo al empezar la
sesión; le molestaba ver tanta gente; las cámaras adicionales; las personas que
se cruzaban en su foto; que querían arreglarle la chompa, ó el cabello, ó una
pelusa al ó la modelo, no lo decía, pero se percibía. Todos opinaban; todos se
acercaban a su cámara a ver cómo salió la foto; -que bonito está el sol,
debimos salir más temprano – decían; Orlando en voz baja, pero suficiente
como para que escuchen algunos, señaló que los modelos estaban muy duros, - debe ser que hay mucha gente – dijo;
pero nadie se dio por notificado.
La señora sofisticada era el personaje
importante, ella decidía si la foto estaba bien o no; a ella debía gustarle,
total, ella era la diseñadora. Y Orlando lo sabía, y trabajaba con ella, y para
ella.
Mi labor; se limitaba a iluminar con el softbox, Amparo, (mi esposa y eterna asistente de iluminación en mis sesiones), se
había apoderado del rebotador y buscaba los mejores ángulos para darles luz a
los modelos, con la experiencia de Amparo; Orlando casi no debía darle
indicaciones. Yo, en cambio, si pedía indicaciones y preguntaba a cada instante
si la luz estaba bien donde la había puesto. En varias ocasiones a lo largo de
la sesión tuve que cargar el parante y softbox
completos para iluminar desde lo más alto, pues el parante no tenía más de 2
metros de altura.
Hicimos fotos en el patio, dentro del corral,
en la placita que se encuentra dentro del inmenso local, en la sala de
exposición de cuadros, detrás de la ventana, sobre el asiento de mármol, en la puerta del local, en la fuente de la
tienda de expendio de ropa, etc. Nunca había estado ahí, me sorprendía a cada
instante de cada cosa que veía y de su belleza infinita en la decoración de
cada espacio en aquella empresa: MITCHEL & CIA.
Como a las once de la mañana, llegó la hora
del café, la encargada de los alimentos, había traído a pedido personal los Starbucks cafés; Amparo y yo nos pedimos
de “Vainilla” y Orlando de “Moka”; lo disfrute mucho, y sentí que me trataban
muy bien; salvo Orlando que seguía diciendo – Edwar ponlo más alto- refiriéndose al softbox. Y su cara de preocupación pues ya era casi medio día y solo
había logrado unas cinco de las veinticinco fotos top que debían salir de ésta sesión.
Sobre sus manías. Orlando, tenía su preferida
dentro de la sesión, y lo hacía conocer fácilmente, Ximena, era la preferida, y
cómo no iba a serlo, si era la dueña de dos hermosos ojos azules como un cielo
despejado y una sonrisa blanca y cálida; sus cabellos negros, hacían contraste
con la blancura de su piel, y aunque era pequeña, sobresalía con creces en
aquel ramillete de bellezas arequipeñas.
Diana, era sin embargo, el otro lado de la
moneda, aquella que saldría siempre en la parte del fondo de la foto, y la
verdad no entiendo porqué; si era bella y dueña de una bella y contorneada figura;
de un trato agradable y mirada sincera; con cabellos naranjas y ensortijados;
pero así somos los fotógrafos; siempre tendremos a nuestra preferida.
Cuando salimos a hacer las fotos de aquellos
abrigos en la puerta. El sol del medio día asomaba imponente. la iluminación
debía ser perfecta y los parámetros de la cámara en frio debían simular el duro
invierno arequipeño. Difícil tarea para cualquier fotógrafo, sin embargo, ahí
estaba Orlando imprimiendo en su sensor unas fotazos
de invierno y frio en pleno sol de abril y medio día. Aprendí mucho en esta
sesión, no solo de Orlando Sender, aprendí del styling, de la ropa, los
colores, moda, maquillaje, peinado, de diseñadores y de todo aquello que debía
tener una sesión que se digne de llamarse como tal, pues lo teníamos casi todo.
Habían; caramelos, galletas y agua pura al
escoger; los cafés deliciosos y calientes y el almuerzo que venía del “Mamut”, todo estaba dispuesto para la
comodidad de cada uno de los miembros de la sesión, que se extendió hasta casi
las 7 de la noche. Salimos de allí y fuimos a un Hotel cercano llamado “El Molino Blanco”; donde una noche no
cuesta más de $100 ó $150 dólares; - Baratísimo!!!!
– nos decía la dama sofisticada y diseñadora, haciendo énfasis en la “í”,
como para que me lo crea más rápido; mientras me daba más información sobre la Universidad
y la Urbanización que estaban frente al Hotel y que le habían malogrado la
hermosa vista de chacras, campos y sembríos verdes y de colores que existían
antes de que construyeran tales monumentos indeseables en su frentéra.
En aquel Hotel se tomaron muchas fotos; su
sala antigua; aquella cocina de piedra y su mesa; también de piedra; esas
entradas de luz que iluminaban por sectores y que manejábamos con el softbox acrecentando la luz o
maximizando las sombras, me dieron la información necesaria de un curso
completo de iluminación rápida avanzada con Orlando Sender (teoría y práctica),
que nunca se dictó.
Para terminar; regresamos a la empresa y
culminamos las fotos en el almacén de hilados y con las dos artesanas tejedoras,
vestidas de color e identidad; con quienes logramos buenísimas fotografías. La confianza
para entonces se había extendido; Nataly, Orlando y yo, nos jugábamos bromas,
nos hacíamos caras; y pese a la disposición de no tomar fotografías, ya había hecho varias tomas con mi teléfono Sony Xperia. Hasta la distinguida dama,
le pedía a Orlando - otra fotito más,
esta vez la última - por decimo cuarta vez, y ella sonreía y reía, pues sabía que venía la decimo quinta, porque
las chompas de $4,000 y las chalinas de $2,000 y $2,500 dólares, aún no habían
sido fotografiadas. Con los últimos rayos de sol, y ya incluso, prescindiendo
del astro, acabó la sesión entre abrazos y apretones de mano, con una foto grupal
que aún no veo en el facebook, y que tal vez nunca veré; con el intercambio de facebook; de teléfonos y correos
electrónicos, como si terminara el taller; el evento, el curso, el seminario,
como chiquitos de secundaria que no quieren perder de vista aquella persona que
conoció en su viaje de promoción.
Fue muy
cansado, muy agotador el training; pero muy emocionante estar allí. Como
experiencia personal fue muy gratificante, y muy grato compartirlo con Amparo
(mi esposa), a quien también le gusta la
fotografía y con Orlando Sender (Winnie Pooh); quien aunque quiso hacerse el
duro, sigue siendo esa persona buena gente presta a darte una mano; además, fué
grandioso conocer a Nataly (21 años) - . Pensaba;
mientras trataba de acomodarme en la escalera de piedra de la puerta principal
de la empresa MITCHEL & CIA para esperar el taxi, pues mi columna ya estaba
adolorida.
Cuando llegó el taxi, la cereza del pastel se
colocó cuando Orlando me pidió mi cámara y me enseñó unos tips interesantes para manejar la cámara y lograr mejores
resultados desde allí; antes del procesado, los que atesoro amigo mío. Estábamos
listos para empezar el Workshop de Fotografía de Moda que
dictó Orlando Sender al día siguiente.
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