MICULLA Y EL MAPA DEL TESORO - CARLOS CANLE: ¿FOTOGRAFO Ó INDIANA JONES?

miércoles, 8 de mayo de 2013


Mi primera aproximación con él se dio una mañana de primavera, mientras miraba algunas producciones fotográficas en facebook y leía sus ácidos comentarios sobre cualquier cosa; por lo que decidí contactarlo. Unos meses después, en otra mañana similar pero mas soleada, me encontraba junto a otras treinta personas en la clase práctica del taller de fotografía que se desarrollaba en el museo ferroviario y actual estación del tren Tacna –Arica, atento a cada uno de los movimientos del fotógrafo Carlos Canle, mientras él revisaba con sigilo la antigua estación, desplegando una socarrona sonrisa cada vez que encontraba algo que le gusta.

Carlos Canle, es Director de fotografía, el lente 28 - 105 mm de su Canon 50D que aquella mañana pintaba el antiguo ferrocarril había pintado antes a infinidad de conocidas modelos de la farándula limeña como las de “Habacilar” y “Hola Perú” saliendo de éste último por situaciones personales, algo complicadas para él en ese momento. La extraña mezcla racial que corre por sus venas ha marcado su vida, y lo han convertido en un controvertido morocho de ojos claros y sonrisa ufana. Es hijo de Don Carlos Canle Audrito, empresario argentino de la industria inmobiliaria de su país, y la peruana Zelmira Aguilar, quien fuera conductora de TV en el programa “Perú Alma y Mundo que se emitía por Global TV y quien en Argentina se convirtió en la primera modelo negra en un país y en un tiempo en que la discriminación campeaba.

Sus amigos más allegados lo llaman “negro” y se siente orgulloso de serlo. Usa ropa de diseñador porque se la regalan y porque su vanidad y el entorno así lo piden; mientras camina deja ver en la parte trasera de sus blue jeans, el mango de una pistola calibre 38 SPL que carga siempre consigo, según él, por seguridad, pero que acaricia como un juguete. Los "dreadlocks" que muestra en facebook, habían quedado reducidos a rulos recién cortados, luego de la desaparición de su hijo.

Bajó del avión por la mañana del viernes 26 de noviembre del 2010, no pude ir a recogerlo personalmente solo pude verlo junto a mis amigos Herly y Betto, cuando fueron a desayunar las tradicionales y famosas empanadas Jiménez (“Ex Lira”) cuyo local queda en la Avenida 2 de Mayo de la ciudad de Tacna - Perú; fue entonces cuando lo vi fuera del campo virtual que te da el facebook; me llamaron la atención sus tatuajes; dos calaveras a cada lado del cuello y otros dos en las manos, que más tarde me enteré lo protegen de las almas que lo visitan, por ser médium, lo que me hizo pensar en las brujas de sama. 

Mientras conversábamos, cogió su réflex con disimulo, calibrándola hacia el suelo y disparó a quema ropa sobre una chola de polleras que tomaba una coca cola mientras comía su empanada, - ¿Sabes cuánto puede pagar Coca Cola, por una foto como ésta? - Nos dijo, sonriendo y como tratando de darnos una lección adelantada sobre semiología. Luego, de ello partimos rumbo al Monumento del Alto de la Alianza; al museo de la casa de Zela y finalmente al Gobierno Regional para obtener el permiso de la clase práctica en las instalaciones del histórico ferrocarril de Tacna.

Cuando llegó la hora de almorzar, decidimos llevarlo al Restaurant Campestre “La Glorieta”, sentándonos en una mesa de madera lo más lejana posible a los demás comensales, con techo de esteras y piso de tierra. Esta vez nos acompañaba Joselo, (reportero y camarógrafo del programa Kiosco TV) un programa de televisión local, quien nos ayudó con algunos auspicios para el taller de fotografía. Mientras almorzábamos se acerco un señor con pinta de chef, quien se presentó como el Sr. Yufra y dueño del local. Preguntó si nos estaban atendiendo bien, a lo que inmediatamente respondimos que si, en reciprocidad, ordenó se nos sirva una jarra de vino, el cual tomamos solo un poco, más por cortesía que por gusto. Al terminar de comer, se nos ocurrió devolver el gesto y agradecerle por sus atenciones acercándonos a su mesa, a un costado de la cocina. Yufra se paró de inmediato dejando a dos amigos que lo acompañaban en su mesa y mientras nos daba la mano muy efusivo, nos decía: - “las puertas de mi local estarán siempre abiertas para ustedes” – Con tono bonachón y algo alegrón por el alcohol. No se pueden ir sin probar el Pisco que envasamos nosotros mismos – siguió, más imperativo. Nos miramos las caras con desaprobación, pero el mozo ya esta terminando de abrir la botella y la alcanzaba junto a un vaso que compartimos entre todos. Carlos miraba la etiqueta de la botella, estupefacto, mientras sorbía sin chistar el pisco de su copa. Yufra se adelantó diciendo – son los petroglifos de Miculla…, hay un montón de esos aquí cerca nomás – continuó, como un gran conocedor. Y Carlos, con esa sonrisa típica y cogiéndose la cabeza incrédulo dijo en tono elocuente – Ustedes no saben lo que tienen aquí!!!, es el mapa de un tesoro!!! – afirmó. Todos nos miramos sorprendidos, entonces, empezó a señalar los gráficos en la etiqueta, dándole una connotación muy distinta a cada una de ellas, hizo diferencias de época en las figuras, nos señalaba por ejemplo una “equis” perfecta plasmada en la piedra, - esto es una corona de plata y esta otra es de oro - explicaba con pericial conocimiento; nos señalaba el río, nos leía los jeroglíficos dándole una connotación muy distante de la que nos enseñaron en el colegio; - Tengo que ir; tengo que ver esa piedra – dijo intenso mientras se tomaba otro sorbo de pisco puro. Entonces nos contó que además de ser fotógrafo profesional, era un buscador de tesoros. – ¿Como Indiana Jones? – Pregunte en tono sarcástico… a lo que él respondió con una sonrisa hilarante – si Indiana Jones viera toda la tecnología que tenemos mis compañeros y yo se volvería loco – Unas cuantas rondas más y estábamos camino a Miculla; nos despedimos cortésmente de Yufra pidiéndole que no saque la otra botella que ya estaba ordenando; bastante movido por el Pisco.

Mientras nos alejábamos de la ciudad, teníamos unos 20 minutos para conversar, mientras llegábamos al complejo Arqueológico de Miculla ó San Francisco de Miculla ubicado a unos 22 Km de Tacna, entonces Canle nos contó algunas historias como buscador de tesoros. Cuenta por ejemplo que al sur de Lima, un hacendado había dispuesto encontrar un “entierro” ó “tapado”, y para ello había contratado a un brujo, un curandero muy conocido de la ciudad, y a algunos de los amigos de Carlos; compañeros de búsquedas, en ese entonces no tenían tantos equipos como los que tienen ahora, tenían apenas su intuición y algún detector de metales, pero sobre todo tenían la sagacidad que se requiere para no morirse de miedo en la búsqueda de tapados y entierros cuyas leyendas cuentan muere el alma del que lo encuentra. Ellos habían ido en una combi y ya llevaban varios días buscando aquel tapado, habían hecho múltiples agujeros en la tierra, sin encontrar nada que realmente tenga un valor histórico o monetario, pero el curandero insistía que había algo, por lo que habían empezado a hacer un hoyo en el piso, justo en el medio de la sala de aquella vieja casona de madera. Al notar que necesitaban ayuda, decidieron llamar a Canle por teléfono y le pidieron que acudiera a la hacienda, así lo hizo llegando un par de horas después. Al acercarse al umbral de la enorme puerta de madera, divisó a un grupo de peones cavando la tierra de la sala; lo saludaron e inmediatamente le pidieron que visite la casa, conversó con el brujo y percibió que efectivamente algo se escondía en esa casa, pero no donde estaban cavando, así que empezó su propia búsqueda. Para hacernos entender la historia, nos explicó que además de ser buscador de tesoros y fotógrafo era “médium” y que sentía a las almas cuando éstas necesitaban ayuda. Continua su relato, diciéndonos que en su paseo por la casa sentía algo que lo llevaba otra vez hasta la sala; volvió a recorrer con la vista los costados de la sala, y se acercó a dos columnas de madera (vigas) que sostenían el techo a un costado de la sala, su idea era ir sintiendo el piso, pero al recostarse sobre una de las vigas percibió algo extraño; tocó una de las vigas cual si fuera una puerta.. (toc… toc… toc…)… y luego hizo lo mismo con la viga de enfrente, y sintió que una de las dos sonaba hueca, pidió un destornillador y preguntó si podía sacar la madera que tapaba esa viga, se lo dieron, hizo el enganche y jaló retirando de un tirón toda la madera, dejando al descubierto que la viga no era más que una madera hueca con espacios para colocar cosas, como una vieja repisa, la que estaba casi vacía, solo tenía un puñado de papel arrugado que Carlos sacó sin darle mucha importancia y lo tiró al piso mientras se asomaba a buscar el tesoro escondido que todos ansiaban. Antes de continuar, le pidió a uno de sus compañeros que a su vez le pidiera al hacendado lo llevasen a comprar una gaseosa helada, pues tenía mucha sed. Por unos minutos se quedó solo en aquel rincón de la casona, apenas lo hizo cogió ese cúmulo de papel que hacia unos minutos había tirado al piso como cualquier basura, y lo metió a su mochila aun sin ver su contenido y siguió buscando el tesoro. Cuando el hacendado regresó junto a sus compañeros bebieron las gaseosas y siguieron la búsqueda por unas horas más, sin ningún éxito. Se despidieron con la promesa de verse en otra oportunidad, subieron a la combi de regreso a Lima, sus miradas eran tristes y cabizbajas, habían estado ahí varios días y no habían encontrado nada, su última esperanza había sido Canle, y aun así no hallaron nada. Ya en la ruta a Lima; Carlos que iba en el primer asiento de la parte posterior se dirige a ellos y con su típica sonrisa, les dice, - ¿Cómo que no hemos encontrado nada?- mientras abría su mochila y sacaba ese cúmulo de papel envuelto ante la mirada estupefacta de sus compañeros. – ¿Que es eso?- preguntaron interesados mientras Carlos abría el estropajo. Dentro del papel había una especie de bolsa de cuero de animal, perfectamente cubierta y bajo esa piel varias medallas y pulseras de oro y diamantes de alrededor del año mil setecientos y algo; había un poco más de medio kilo en joyas antiguas en perfecto estado de conservación, las expresiones de los cinco amigos, aún las imagino y en mi mente visualizo a Carlos Canle con su látigo y su sombrero, pues la pistola ya la tiene. Esas joyas pudieron ser repartidas y vendidas, no lo se. Y, hasta pudieron servir para comprar parte de los equipos que tienen hoy. Tal vez pueda ser una exageración mía o de Carlos, lo cierto es que encontraron un tesoro y la historia fue genial.

Nos explica que hay varios tipos de buscadores de tesoros, algunos dejan su vida buscando un tesoro que jamás encuentran, como el “Santo Grial” o “El Dorado”, Carlos Canle es de aquellos que son felices de encontrar aunque sea una macuquina (moneda antigua) que lo haga feliz un instante, disfrutando cada uno de sus hallazgos; ahora mismo fue contratado como técnico en geoprospección (búsqueda con detectores de metales) en un Proyecto del cual, él mismo me ha pedido no divulgar y está seguro de encontrar el gran tesoro de los Incas escondido en túneles y bóvedas de hasta tres pisos de altura llenos de oro y joyas.

Cuando llegamos al museo de Miculla, nos dimos con la sorpresa de que la piedra que buscábamos y que tenía grabado el mapa del tesoro, no estaba de ese lado, sino que se encontraba al otro lado del camino, entrando por el balneario de Aguas Termales de "Calientes" rumbo a "Pallaguas", unos 15 o 20 minutos más a pie; quisimos ir, pero vestido con terno y corbata como estaba me desanimé, los demás también. 

Recorrimos el complejo cerca al museo; llegamos al puente colgante y regresamos luego de cruzarlo y ver algunas rocas. Ya en el museo vimos algunas piedras, fotos y replicas de los petroglifos, así que pudimos ver nuevas figuras, muy distintas al supuesto mapa del tesoro que vimos antes, y conocimos un poco más de esas señales; de pronto; Carlos divisó una piedra diferente, y era innegable, esas figuras no eran de la misma época… esos gráficos eran dibujos piratas. El Dios del agua, no era más que la representación de un pirata con un catalejo, y es que era obvio, los piratas llegaron aquí antes que Colón y que Pizarro y conocían a los indios mejor que nadie, eran sus amigos de aventuras y borracheras, eran su refugio, eran el lugar donde enterraban sus tesoros. Jack Sparrow existió y se llamó Sir Francis Drake, y también existieron John Hawkins y Jacob Clerk, apodado Jacques L´Hermite; todos piratas algunos de ellos asaltaban las costas y puertos de Arica y se refugiaban en el Perú en lugares como Tacna; Ilo y Moquegua.

La verdad, muchas cosas tienen sentido, y otras no, como que Francis Drake existió alrededor del año 1543 según wikipendia.org y Colón descubrió América en el 12 de octubre de 1492, es decir, existe una diferencia temporal de aproximadamente 51 años, pero buscando en Internet te pegas cada sorpresa, pues sobre el descubrimiento de America, encontré esta dirección  electrónica, que copio textualmente: http://redescolar.ilce.edu.mx/redescolar/efemerides/octubre/conme12a.htm en donde han escrito lo siguiente: “SABÍAS QUÉ... Los vikingos llegaron a las costas del norte de América aproximadamente en el año 986, es decir, casi 500 años antes de que Colón "descubriera" este continente?”.

Luego de terminar cansados, sucios y embarrados hasta las rodillas, por haber recorrido el paseo de Miculla, y continuar con la corbata incólume sobre mi cuello, regresamos a la ciudad.

El curso empezó al día siguiente, y por la noche de aquel día, conocimos a otro buscador de tesoros. Esta vez propio, oriundo de ésta ciudad, con detector de metales y todo, pero más viejo y menos audaz, cuyos tesoros se encuentran guardados en los cajones de su casa y en un pequeño exhibidor con vidrio que tiene en la mesita de centro de su recibidor, donde muestra joyas aun sin limpiar, oxidadas por el tiempo, pero intactas; algunas de mucho valor, aunque no estoy tan seguro de que lo sepa o no, pues busca tesoros por placer, por el gusto de hallar el pasado en cada cosa y no por dinero. 

La pasión por la historia y el descubrimiento los apasiona. Mientras ellos conversan yo escucho, sentado en uno de los sillones del recibidor, tan cómodo, que casi me dormía y no por falta de interés sino por cansancio real, había caminado más de lo habitual y hacían dos noches que casi no dormía, pero antes de desfallecer sentado en aquel sillón me llamó la atención un libro; en ella se encuentran retratadas monedas de todos los tiempos y de todos los países del mundo. Lo hojeaba mientras oía más historias y de pronto divise una figura que se me hizo conocida, una equis perfecta en una moneda idéntica a la que vi en las piedras de Miculla, y las coronas de oro y plata, no pude más e interrumpí la conversación casi gritando – Carlos mira!!! – dije, sorprendido y más despierto que nunca, - es lo mismo que en Miculla – repliqué. Y él respondió en tono pausado; - ves…, mientras ustedes tenían en su cabeza una idea predeterminada sobre esas figuras dada por la escuela o la universidad, yo no tenía ese concepto, lo que yo tenía en mi cabeza eran precisamente esas figuras de monedas y marcas piratas; - entonces comprendí que todo esto podía ser real, la fotografía había pasado a un segundo plano, la búsqueda de tesoros sería nuestra próxima misión.


 



Carlos Canle, prometió regresar a Tacna para buscar el tesoro, junto a su equipo, ya se han frustrado dos fechas y supongo que ésta última será por un tiempo más prolongado, pues ahora forma parte de un gran Proyecto, a donde me encantaría viajar para fotografiar y reportear lo que descubran.



NOTA:  
(01) Las fotos usadas en éste post son algunas propias, otras de Carlos Canle, y algunas útlimas del muro de facebook de Alfredo Muñoz Najar (https://www.facebook.com/alfredo.munoznajarbarrionuevo), quien al parecer a encontrado el camino. 
(02) Esta nota fué escrita en el año 2011, y revisada nuevamente para la revista "EL ORNITORRINCO"; sin ser publicada aún.

UNA SESIÓN FOTOGRÁFICA CON ORLANDO SENDER

jueves, 2 de mayo de 2013


¡Más arriba! – decía  Orlando muy serio y con voz grave, como si quisiera que todos conociéramos su personalidad agresiva y dura; y con el mismo gesto, disparaba una y otra vez colocando una media de nylon sobre el lente Canon 24-70, mientras le pedía a Ximena que bajara un escalón más y abra un poco más los labios. Eran como las once de la mañana y se veía preocupado, como si las fotos no alcanzaran a lograr el objetivo; como si el día se acabara sin haber logrado su cometido. 

Se mordía los labios en señal de desvelo. Orlando había viajado desde Lima para ésta sesión, apenas si había podido pegar los ojos y sentir la suavidad del colchón de aquel hotel cinco estrellas,  para ser levantado por el botones del Hotel, que le avisaba a las cinco de la madrugada que le esperaban en el living del Hotel, para su sesión programada a las siete de la mañana. Tomó una ducha rápida para no hacer esperar demasiado a la persona que fuera a recogerlo. 

Por mi parte, a esa misma hora me encontraba aún en el bus de Tacna a Arequipa; supuestamente debíamos haber llegado a las tres de la mañana, pero nos detuvieron cerca de tres horas en el control aduanero de Tomasiri, sin razón aparente, por “un soplo” según dijeron después, pero no encontraron nada. 

Como a las cinco y treinta de la mañana estábamos tomando el taxi hacia un Hostal con wifi en la Avenida Dolores cruce con la Avenida Los Incas; descansamos un poco y nos duchamos con calma. Mientras me cambiaba; recordé que había apagado el celular durante el viaje; lo prendo y encuentro llamadas perdidas de Orlando, y un mensaje en el whatsapp que decía que no me olvide de recoger las luces de casa de Sergio Valcárcel, otro fotógrafo profesional de la ciudad blanca. El día anterior habíamos conversado y me había dicho que podía llegar como a las siete y treinta, así que no me preocupé mucho; aún no marcaban las siete. 

Pusimos las cámaras en sus bolsos y vestidos con shorts y polos, tomamos un taxi hasta la casa de Sergio; no lo encontramos y al llamarlo, nos dimos con la sorpresa que; Él, Orlando y los equipos ya estaban en San Lazaro. Arequipa, Perú en la Mitchell & Cia. S.A.; y nos fuimos directo para allá. Al llegar nos recibieron muy bien, nos hicieron pasar a una salita en un segundo piso, dónde estaban: Ximena, Diana, Francisca y Marcelo, modelos para la sesión, además de la gente de Styling, Maquillaje; Peinado; asistencia técnica, alimentos, marketing, etc; y Orlando Sender, quien vestía un jean gastado y muy ceñido; un polo blanco en cuello “v”, con el estampado de una calavera dibujada que simulaba ser un cantante de rock; su cabello rapado a los costados al estilo del jugador brasileño “Neymar” y un par de anteojos negros para el sol bastante punk, que hacía juego con las botas negras de tacón. 

El saludo, bastante efusivo, con abrazo y palmaditas en la espalda. Amparo, estaba algo callada para entonces, como desconfiada de la situación. Yo; con mirada de preocupación, por no haber traído la iluminación a tiempo. Preocupación que Orlando disipó rápidamente indicándome que no me preocupara pues Sergio Valcárcel había preferido traerla el mismo. Y; porque yo no había coordinado directamente con él. En fin ya estábamos ahí y las modelos ya estaban casi listas.

Orlando nos mostraba unas fotos de su última sesión, bastante hot por cierto; de una chica muy linda y muy alta en la pantalla de su cámara. Y, en eso estábamos cuando entró una señora rubia de acento agringado, que sin dejar de ser muy natural, daba la impresión de ser muy sofisticada, saludó con cortesía, miró el maquillaje de Diana y Ximena y dijo con acento francés agringado - NO, definitivamente está muy recargado; tienen que cambiarlo suavizarlo, lo quiero más natural – Fernando del Aguila, maquillador profesional, se apuró a calmarla y a retocar de manera inmediata el maquillaje, - así me gusta querida, a mi me gusta que me digan las cosas; hay gente que no habla y al final quedan descontentas, esto sirve para progresar, para avanzar, yo sabía que a ella le iba a gustar el maquillaje más natural, lo sabía.. lo sabía – decía Fernando mientras miraba a una señora con tatuaje de tribal en la cintura a la altura baja de la espalda, como de unos cincuenta y tantos, trasero prominente y cabellos rubios en forma de coliflor, que luego me fui enterando que señora, no era. Quien casi sin hablar, se limitaba a ayudarle a naturalizar el maquillaje. 

Ya casi estábamos listos. La señora sofisticada, cuyo nombre no logré aprender, se me acercó y me dio la mano; ¿es usted el fotógrafo? , preguntó al momento que Nataly le indicaba y señalaba con la mano que el fotógrafo era él, Orlando; entonces le hizo una seña y salieron al balcón mientras Amparo y yo esperábamos cámara en mano, poniéndonos de acuerdo en cómo asistiríamos en la sesión.

Orlando se me acercó y casi susurrando me dijo – no pueden sacar fotos de la sesión – a lo que respondí de manera inmediata que no tenía de que preocuparse, que no había problema; la señora sofisticada le había pedido que haga unas fotos de prueba para ver como se veía el maquillaje; así empezó el día.

Salimos, a un patio con corral, al fondo se podían ver las alpacas, Orlando acomodó a las modelos en la reja de corral justo delante del sol que iluminaba los cabellos y encendía los colores de las chompas de Alpaca que modelaban; nunca había estado en una sesión así, había mucha gente, además de la Cámara de Orlando, habían otras dos cámaras más que disparaban sin cesar una de un hombre de mediana edad y otra de NATALY una niña de 21 años; de tez clara; flaquita, estatura más bien baja, blue jeans y blusita ajustada; ojos achinados y mirada graciosa con la que congeniamos de manera inmediata, al extremo que Amparo me preguntó al oído - ¿y de dónde la conoces?; y yo le respondí con una sonrisa en la cara  - no la conozco, apenas la conocí hoy – ambos reímos. Es que había tal naturalidad en ella, que era como si la conociera de toda la vida; hicimos buena química los cuatro. Nataly había visto mi trabajo fotográfico en el facebook, y al parecer no le disgustaba.

Orlando; se veía incomodo al empezar la sesión; le molestaba ver tanta gente; las cámaras adicionales; las personas que se cruzaban en su foto; que querían arreglarle la chompa, ó el cabello, ó una pelusa al ó la modelo, no lo decía, pero se percibía. Todos opinaban; todos se acercaban a su cámara a ver cómo salió la foto;  -que bonito está el sol, debimos salir más temprano – decían; Orlando en voz baja, pero suficiente como para que escuchen algunos, señaló que los modelos estaban muy duros, - debe ser que hay mucha gente – dijo; pero nadie se dio por notificado.

La señora sofisticada era el personaje importante, ella decidía si la foto estaba bien o no; a ella debía gustarle, total, ella era la diseñadora. Y Orlando lo sabía, y trabajaba con ella, y para ella.
Mi labor; se limitaba a iluminar con el softbox, Amparo, (mi esposa y eterna asistente de iluminación en mis sesiones), se había apoderado del rebotador y buscaba los mejores ángulos para darles luz a los modelos, con la experiencia de Amparo; Orlando casi no debía darle indicaciones. Yo, en cambio, si pedía indicaciones y preguntaba a cada instante si la luz estaba bien donde la había puesto. En varias ocasiones a lo largo de la sesión tuve que cargar el parante y softbox completos para iluminar desde lo más alto, pues el parante no tenía más de 2 metros de altura.

Hicimos fotos en el patio, dentro del corral, en la placita que se encuentra dentro del inmenso local, en la sala de exposición de cuadros, detrás de la ventana, sobre el asiento de mármol,  en la puerta del local, en la fuente de la tienda de expendio de ropa, etc. Nunca había estado ahí, me sorprendía a cada instante de cada cosa que veía y de su belleza infinita en la decoración de cada espacio en aquella empresa: MITCHEL & CIA. 

Como a las once de la mañana, llegó la hora del café, la encargada de los alimentos, había traído a pedido personal los Starbucks cafés; Amparo y yo nos pedimos de “Vainilla” y Orlando de “Moka”; lo disfrute mucho, y sentí que me trataban muy bien; salvo Orlando que seguía diciendo – Edwar ponlo más alto- refiriéndose al softbox. Y su cara de preocupación pues ya era casi medio día y solo había logrado unas cinco de las veinticinco fotos top que debían salir de ésta sesión.

Sobre sus manías. Orlando, tenía su preferida dentro de la sesión, y lo hacía conocer fácilmente, Ximena, era la preferida, y cómo no iba a serlo, si era la dueña de dos hermosos ojos azules como un cielo despejado y una sonrisa blanca y cálida; sus cabellos negros, hacían contraste con la blancura de su piel, y aunque era pequeña, sobresalía con creces en aquel ramillete de bellezas arequipeñas. 

Diana, era sin embargo, el otro lado de la moneda, aquella que saldría siempre en la parte del fondo de la foto, y la verdad no entiendo porqué; si era bella y dueña de una bella y contorneada figura; de un trato agradable y mirada sincera; con cabellos naranjas y ensortijados; pero así somos los fotógrafos; siempre tendremos a nuestra preferida. 


 Cuando salimos a hacer las fotos de aquellos abrigos en la puerta. El sol del medio día asomaba imponente. la iluminación debía ser perfecta y los parámetros de la cámara en frio debían simular el duro invierno arequipeño. Difícil tarea para cualquier fotógrafo, sin embargo, ahí estaba Orlando imprimiendo en su sensor unas  fotazos de invierno y frio en pleno sol de abril y medio día. Aprendí mucho en esta sesión, no solo de Orlando Sender, aprendí del styling, de la ropa, los colores, moda, maquillaje, peinado, de diseñadores y de todo aquello que debía tener una sesión que se digne de llamarse como tal, pues lo teníamos casi todo.

Habían; caramelos, galletas y agua pura al escoger; los cafés deliciosos y calientes y el almuerzo que venía del “Mamut”, todo estaba dispuesto para la comodidad de cada uno de los miembros de la sesión, que se extendió hasta casi las 7 de la noche. Salimos de allí y fuimos a un Hotel cercano llamado “El Molino Blanco”; donde una noche no cuesta más de $100 ó $150 dólares; - Baratísimo!!!! – nos decía la dama sofisticada y diseñadora, haciendo énfasis en la “í”, como para que me lo crea más rápido; mientras me daba más información sobre la Universidad y la Urbanización que estaban frente al Hotel y que le habían malogrado la hermosa vista de chacras, campos y sembríos verdes y de colores que existían antes de que construyeran tales monumentos indeseables en su frentéra.

En aquel Hotel se tomaron muchas fotos; su sala antigua; aquella cocina de piedra y su mesa; también de piedra; esas entradas de luz que iluminaban por sectores y que manejábamos con el softbox acrecentando la luz o maximizando las sombras, me dieron la información necesaria de un curso completo de iluminación rápida avanzada con Orlando Sender (teoría y práctica), que nunca se dictó.

Para terminar; regresamos a la empresa y culminamos las fotos en el almacén de hilados y con las dos artesanas tejedoras, vestidas de color e identidad; con quienes logramos buenísimas fotografías. La confianza para entonces se había extendido; Nataly, Orlando y yo, nos jugábamos bromas, nos hacíamos caras; y pese a la disposición de no tomar fotografías, ya  había hecho varias tomas con mi teléfono Sony Xperia. Hasta la distinguida dama, le pedía a Orlando - otra fotito más, esta vez la última - por decimo cuarta vez, y ella sonreía y reía,  pues sabía que venía la decimo quinta, porque las chompas de $4,000 y las chalinas de $2,000 y $2,500 dólares, aún no habían sido fotografiadas. Con los últimos rayos de sol, y ya incluso, prescindiendo del astro, acabó la sesión entre abrazos y apretones de mano, con una foto grupal que aún no veo en el facebook, y que tal vez nunca veré; con el intercambio de facebook; de teléfonos y correos electrónicos, como si terminara el taller; el evento, el curso, el seminario, como chiquitos de secundaria que no quieren perder de vista aquella persona que conoció en su viaje de promoción.

Fue muy cansado, muy agotador el training; pero muy emocionante estar allí. Como experiencia personal fue muy gratificante, y muy grato compartirlo con Amparo (mi esposa), a quien también le gusta  la fotografía y con Orlando Sender (Winnie Pooh); quien aunque quiso hacerse el duro, sigue siendo esa persona buena gente presta a darte una mano; además, fué grandioso conocer a Nataly (21 años) - . Pensaba; mientras trataba de acomodarme en la escalera de piedra de la puerta principal de la empresa MITCHEL & CIA para esperar el taxi, pues mi columna ya estaba adolorida.

Cuando llegó el taxi, la cereza del pastel se colocó cuando Orlando me pidió mi cámara y me enseñó unos tips interesantes para manejar la cámara y lograr mejores resultados desde allí; antes del procesado, los que atesoro amigo mío. Estábamos listos para empezar el Workshop de Fotografía de Moda que dictó Orlando Sender al día siguiente.