COMO OLVIDARTE

martes, 19 de mayo de 2009


fotos yaneth
Hace solo unas horas que acabas de partir, aun veo las lagrimas cayendo por tus mejillas,  tu cabello lacio recién cortado y tu mirada de niña, tierna, dulce, distraída. Aún persivo tus ganas de quedarte, y siento las mías de que así sea, pero no se puede luchar contra el destino. Tengo grabadas tus ultimas palabras, tus frases de cariño, tus suplicas de perdón, tu bendición y tu perdón hacia mi y los míos; señales de arrepentimiento inapreciables en dinero, invalorables... pero tardías.. muy tardías.

Aun recuerdo tu mirada de miedo al acercarte a aquella casa, tu desaliento, y también tu resignación. El mundo se acababa para ti, según dijiste - jamas nos volveremos a ver - fueron tus palabras en tono apocalíptico, como si fuera la despedida de un suicida; debo reconocer que tus palabras me asustaron, pero además me dieron mucha pena, rabia de mi mismo y de las circunstancias, yo no podía hacer nada, me sentía impotente, como aquel policía que lleva al condenado hacia el paredón y escucha sus ultimas palabras, sus ultimas suplicas y la ultima vez que gritaba su inocencia pese a haber sido condenado por el tribunal, ya nada podía hacerse, ya la decisión había sido tomada.

Recuerdo como llegaste a la casa, con tu mirada esquiva, pero dulce, con tu voz callada al extremo, y tu vestir desgarbado y algo sucio, eras como un animalito inocente, abandonado, desvalido, necesitado de amor, de cariño, de afecto... con esa necesidad extrema de tener una familia; ... por fin una familia... desconfiada como solo tu podías ser, estabas segura que nadie te quería ni podía hacerlo, no creías en Dios, o más bien te negabas a creer, pues como yo pensé algún día, ¿cómo puede existir Dios en un mundo como el nuestro?, ¿cómo puede permitir tantas injusticias?; Dios solo estaba para algunos desde tu concepto, ¿para que perder el tiempo?; él estaba demasiado ocupado resolviendo los problemas de otros, no los tuyos, eras demasiado insignificante para él, al menos eso pensabas tú, sin saber que Dios trataba de ayudarte a gritos y tu no escuchabas,... tu no escuchaste nunca.

Como olvidar tu primera rabieta, y como borrar la última, aquellas pataletas de niña mimada habían marcado un estigma en ti, ese que debías llevar así no quisieras hacerlo, no podías evitar mandar al diablo a cualquiera, total, nadie te quería, para que molestarte en tratar de entender a los demás si nunca nadie se molestó por entenderte a ti.

Cuando empezamos a hablar, si es que a ello se llama hablar, no hacías sino reírte como una loca, y yo no hacía más que reír contigo, reírnos de tonterías, de groserías que inventaba al paso, de mi poca facilidad para escuchar, y de mi gran facilidad para tergiversarlo todo, generalmente a propósito, para escuchar la palabra más insólita, la más increíble, aquella que solo te hacía reír otra vez y a carcajadas, esa era la forma que encontré para penetrar tu coraza, era la única manera en que bajabas la guardia y eras solamente tu, nuevamente la niña que pretendías esconder tras tu coraza de enojada, de seria, de mujer callada, inamovible, fuerte, impenetrable.

Nadie te entendía, pero ¿cómo podía entenderte un niño de cuatro años que necesitaba el mismo cariño paterno que tu, y que a veces veía como era robado por ti, sin darte cuenta?. ¿Cómo pretendías que se de cuenta de tus necesidades si apenas podía darse cuenta de las suyas propias?. Y ¿cómo podía entenderte una mujer a la que le hacías la vida miserable, a la que usaste para desfogar tus penas y frustraciones, y que viceversa te uso para lo mismo?. Ella también te quiso, y ahora estoy seguro tu también la quisiste, pues indesmayable trataste como a una Madre, aunque fueses la hija malcriada y grosera que ningún padre quisiera tener; ó tal vez la trataste como a una madrastra, a la que debías hacer añicos, para que sepa quien manda, y esa solo podías ser tu. Otras veces, te dabas cuenta, y hacías hasta lo imposible para ser aceptada, para ser querida...

Recuerdo aquella mañana en que te dije que debíamos hacer la oración, y me confesaste no creer en Dios, pero pese a ello, lo hiciste, te santiguaste con nosotros y escuchaste callada y respetuosa como aquel niño de cuatro años te daba una de las lecciones más importantes de tu vida, cuando agradecía a Dios por los alimentos que teníamos en la mesa y que jamás faltaron, y cuando pedía por los pobres y tu refunfuñabas no sintiéndote pobre y además con la cabeza altiva y orgullosa.

Te vi discutir mil veces; unas veces con razón y otras con razones puramente aparentes, pero el efecto siempre era el mismo, tensión en la casa, gastritis y demás dolencias, frustración, cólera y rabia, no tuya sino de mi esposa; te vi encoger los hombros también mil veces, expresando que no te importaba aquello que te decían, aquello que querían enseñarte, sea para bien o para mal. Te defendí también mil veces y aún más, me convertí en tu escudero, no se bien porque; ... tal vez me emocionaba tu ser desvalido, sentía esa necesidad de protegerte, de quererte de darte aquello que necesitabas y que nadie te supo dar. Te di aquel abrazo que necesitaste, aquel beso en la cabeza, ese apretón suave en el brazo para reafirmarte que te quiero, para decirte que también eres un campeón, tanto como mi propio hijo; en serio te quise y te quiero, me dolía tu dolor, me ofendía si te ofendían, me indignaba si te maltrataban, y hasta te di la razón cuando fuiste grosera; eso solo provocó más problemas.

Sabes... me hiciste rogar que te perdonen, me hiciste rogar que te entiendan y Dios me dio el valor para hacerlo, sentí la necesidad de amarte como a una hija más, y creo que lo hice, aunque jamás logré hacerlo del todo, tal vez si te hubiese amado como a uno de mis hijos, te habría dado aquella bofetada cuando la merecías, o una buena tunda para corregir tus groserías. Tal vez eso hubiese evitado lo que estoy sufriendo hoy al no tenerte. Nadie entiende, ni yo mismo entiendo; si no eres parte de mi familia, si no tengo la obligación de darte nada; ¿qué quiso Dios cuando te puso en mi casa?, ¿qué quería de mi? ó más bien ó solo tal vez, ¿qué quería de ti?.

Recuerdo esos días en que salimos a pasear, la pasamos bien, yo la pase bien al verte reír, al verte feliz, y ver como hacías feliz a mi hijo al jugar con él, fui enormemente feliz al verte rodar por esa loma de pasto y al ver a mi hijo rodar detrás de ti; fui feliz al verlos dar vueltas en las motos, y tomarles fotos aunque quisieras tapar tu sonrisa; fui feliz al verte remar en el bote, aunque te pelearas el remo con mi esposa; veo las fotos y revivo esos días, los mejores del mundo; y cuando saliste corriendo y cruzaste el puente colgante para llegar primero que nadie a la cima del cerro, y subiste dos veces solo para acompañarme cuando subí con Joaquíncito, cuando te preocupabas por él como si realmente fuera tu hermano y hasta cuando te enojabas con él por lo jodido que era; recuerdo cada día después de la una de la tarde cuando llegabas con esa sonrisa en el rostro y lanzabas tus ocurrencias, feliz de la vida, por fin... feliz!!! e iluminándolo todo.
Hoy no te vi llegar y fue un martirio, espero que mañana sea un día mejor.

Como olvidar las noches interminables de tareas que yo hacía por ti, y aquellas en que trataba de no ayudarte para que aprendas tu misma; y te enojabas, pues sentías que te abandonaba, o la vez que me serviste un café solo para decirme que me querías sin decírmelo, como olvidar cada vez que freíste un huevo quemado o crudo, o aquella vez que a propósito echaste sal a la quinua con leche del desayuno solo para que no te obliguemos a tomarla; (al final no la tomó nadie). Como olvidar las noches que pasaste en vela acompañando a Samuel y cuidando la casa porque habíamos salido; cosas que nadie valoraba, solo yo.

DSC03088Hoy miro aquella foto en la que apareces tu parada a mi lado, junto a aquellos que quiero y mis ojos se humedecen, mi mente hoy, no piensa en otra cosa, solo puede pensar en ti, en que será de tu vida, en cómo habrás amanecido, en qué desayunaste hoy, en si habrás recibido la paliza que prometió tu tío darte si volvías a defraudarlo, según él. Me asomo a la puerta de mi trabajo y veo tu colegio, te busco, no te veo, te extraño, te espero y no llegas... Cada tarde llegabas, generalmente con una sonrisa en el rostro que iluminaba mi oficina y mi vida, ahora que lo pienso realmente me hiciste feliz, aunque no hiciste feliz a todos, debo reconocer que a mi si. Y yo espero haberte hecho feliz. Siempre he pensado que la felicidad no existe en su total magnitud, no existe una felicidad plena en la que todo el día eres feliz, la vida no es así, la felicidad son solo esos pedacitos de vida, esos que me regalaste y que yo trate de regalarte.

No se si fui un buen padre, nunca te lo pregunte, pero al menos me queda la satisfacción de haber pretendido ser tu amigo, tu mejor amigo. Creo que Dios me dio un encargo muy difícil, y no lo pude cumplir; cada persona tiene una misión en este mundo, siento que mi misión era ayudarte, darte aquello que necesitabas a pesar de las circunstancias, curar tus heridas, pero no conté que en ese proceso, iba a provocar heridas en aquellos que más quiero, quiero pedirle disculpas a Dios por haberlo defraudado, pedirte disculpas a ti por no haber sabido corregiste, por no haber calado lo suficientemente hondo como para lograr el cambio, pedirle disculpas a mi familia, por haber permitido que el proceso en el que solo Dios y Yo estábamos involucrados los haya dañado aunque sea un poco. Dios, deberías reconocer que al menos ella hoy cree en tí, espero haberle dado un poco de esperanza, aunque en sus ultimas palabras solo percibí resignación, temor y hasta algo de abandono. 

No se que pasará después, en estos días que vienen; solo se que tu ausencia se deja sentir a cada instante, que en estas ultimas horas estoy sumergido en una tristeza inagotable difícil de controlar y que se asoma como la muerte, me mira, me vigila y no me deja solo ni un solo instante, estoy buscando la manera de ayudarte, de darte más, espero encontrar la forma pronto. Solo se que tu paso por mi casa marco mi vida, mi espíritu, mi esencia, y que aunque el tiempo pase, y nuestras vidas también, jamás podré olvidarte.


EL LEGADO

miércoles, 6 de mayo de 2009
Nunca se me hubiese ocurrido, o tal vez si. Conociéndome como me conozco, y con lo sentimental que a veces soy. Tal vez si se me hubiese ocurrido el detalle del que hablare hoy, aunque tal vez hubiese pasado mucho mas tiempo para que eso suceda, en cambio ahora se a convertido en una necesidad de encontrar "el legado" especifico, necesario, especial que me permita dejar una huella a las generaciones futuras, o más bien a mis generaciones futuras.

Les cuento que el otro día, fui al cumpleaños de un señor muy importante para mi, obviamente no quiero decir su nombre, asi que lo dejare en "señor"; el debe bordear los sesenta ó sesenticinco años de edad, acostumbrado a las grandes fiestas, ordenó preparar un cerdito completo, con papas al horno, camotes y choclo en abundancia, compró mucha cerveza y vino para brindar, lamentablemente fueron pocos los invitados, un par de amigos y amigas, algunos familiares entre ellos sus hijos (hombres y mujeres), unas sobrinas simpáticas y sus nietos; la casa estaba ausente de las típicas fiestas de rompe y raja a las que nos tenía acostumbrado en cada cumpleaños, tal vez esa sea la razón de que el sentimentalismo se haya posado sobre él.

Esta vez, era una reunión sencilla, lejos de escuchar a todo volumen algún éxito de los hermanos Yaipen o el Grupo Cinco, o de algún ensordecedor Huaynito o Saya, se escuchaba música de fondo para decorar nuestra conversación, nuestras bromas y elogios para el cumpleaños, la gama de recuerdos a flor de piel. La reunión fue de un tema a otro durante largo rato, hablamos de su trabajo, de sus practicantes, de la vida de la joven que vivía con él desde niña y que el crió como su padrino, y que ahora cuida de él, de los éxitos de su vida profesional, y de la familia, esa que siempre fue y será importante en su vida, de una manera particular, hasta llegar a una Vieja Cruz en la que se refleja la Crucifixión de Cristo, que contaba él, le había dado su Padre al haber sido su primogénito, y que a su vez fue recibido también de su Padre y así sucesivamente, éste legado había pasado de generación en generación hasta llegar a él, y antes de morir él lo entregará también a su prole.
Obviamente su primogénito estaba sentado frente a su Padre, oyéndolo hablar de aquel legado, de lo valioso que era tanto espiritual como materialmente, pues es una pieza digna de un museo, del sentimiento que puso su padre al entregárselo a él que era el primogénito. Que difícil decisión será elegir cual de tus dos hijos varones deberá continuar el legado, a quién se lo debe entregar y en que momento hacerlo, el menor, sentado en la escalera veía con resignación las palabras de su Padre y el mayor hacía brillar sus ojos, sintiéndose ganador, las hermanas aconsejando a su Padre sin decir nombres pero inclinando la balanza hacia el mayor, el primogénito; diciéndole que eso ya tiene dueño y no hay nada que decidir o que pensar; el ambiente se pone tenso, interrumpo con un sonoro "¡Salud!" y a otra cosa mariposa, mientras los pocos invitados van teniendo uno a uno en sus manos aquel legado, aquel objeto del deseo, tan horrendo y tan hermoso a la vez.

El tiempo transcurrió y la Cruz dejó de movilizarse entre las manos hasta llegar al primogénito quien la observó casi como suya aquella estatuilla, encontró los defectos y rajaduras que el paso de los años había dejado al pasar por aquel objeto, y murmuró - se puede restaurar - seguro de su propiedad futura, y se lo entregó a la ahijada para que lo regrese a su sitio, el estudio de su Padre.

La fiesta no se animó pese a que aún corría por un lado el vino, y por el otro la cerveza, no se bailó en aquella fiesta, de pronto se baja el volumen y una de sus nietas se para en el centro de la sala, le dedica una canción, da unas indicaciones a su Madre sentada al pie del equipo de sonido, una melodía empieza sonar y junto a ella la melodiosa voz de una aprendiz de cantante con mucho futuro; le regala las notas de su alma entregadas en esa canción. Esa canción acaricia al abuelo en su onomástico, lo arrulla, le anima, le hace sentir que toda su vida no ha transcurrido en vano, que valió la pena, que si se va de ésta vida, dejara hijos, nietos y bisnietos que lo recordarán con ternura y con amor, cierra los ojos como los cerré yo para oírla sin interrupción, la canción acaba y se oye un estruendoso aplauso, y el grito de un niño de 4 años gritando - otra, otra, otra!!! - La felicidad de éste abuelo, se notaba en su emoción, y también se anima a pedir otra canción, la nieta accede, había preparado otra pista, así que decide entregarle otra canción más, luego de concluir, ella lo abraza y le dice feliz cumpleaños al oído y un solemne "Te quiero mucho", unos segundos de silencio y luego nuevamente la música del equipo con una canción conocida sonando bajito, no para bailar, no en esa reunión llena de sentimientos. Esta vez y como siempre el juvenil abuelo, hace uso de la palabra para contarnos una historia más de las que ya nos tiene acostumbrados.

- Recuerdo que yo estudiaba en Cusco - contaba - mi padre nunca quiso que vaya para allá, él quería que estudiase otra cosa y no la carrera de derecho que ahora tengo; pero más que eso, no quería que me quede solo con las malas juntas, como el llamaba a los amigos de ese entonces, en los que la juventud, solo me hacía pensar en revolución, en hacer algo para evitar la explotación del hombre por el hombre. En esos momentos yo era un dirigente juvenil, mi padre pensó que jamás terminaría mi carrera y que truncaría mi vida con aquellos ideales que me podrían traer más problemas que beneficios.

Cuando partí de Lima hacia el Cusco, el (su padre) me volteo la espalda y me dijo que si me iba me quedaba solo, y así fue, no volví a hablar con mi Padre en mucho tiempo, casi toda mi carrera, y mi orgullo hacía que fuera peor; al extremo de devolver o regalar aquello que mi Madre mandaba en encomiendas para mi, a escondidas de mi Padre. Quise formarme solo, devolví el dinero, la ropa y la comida, eso nos alejo mucho - recordaba aquel señor y continuó -

Casi al termino de mi carrera tuve la oportunidad de hablar con mi Padre, el y yo habíamos cambiado mucho, el se sentía orgulloso por todo lo que había logrado aún si ser abogado, ésta vez se acercó a mi y sacó un lapicero de plata que guardaba en uno de sus bolsillos, cogió mi mano y me lo dio diciéndome estas palabras - "Quiero entregarte éste lapicero antes que seas abogado, pues estoy seguro que llegarás a serlo, y quiero que me prometas que con éste lapicero firmarás tu primer escrito como abogado" - pasó el tiempo, y yo guardé el lapicero, lo tenia en la casa en una cajita especial, jamás lo usaba hasta que llegó el día en que me había graduado de abogado y estaba por firmar el primer escrito, es más, lo firmé, creo que con un lapicero "Bic", y ya iba a llevar el escrito al Juzgado y me acordé; rompí el escrito delante de mi cliente y salí corriendo con dirección a mi casa, saque el lapicero de plata que me había dado mi Padre y regresé al consultorio donde esperaba mi cliente sorprendido; luego firmé el escrito con aquel lapicero - decía mientras mostraba aquel viejo lapicero de plata con jeroglíficos del Pueblo de Israel - éste lapicero tiene una gran historia y significa mucho para mi - dijo mirando a su primogénito - y ahora es tuyo hijo mio.

Todos nos quedamos atónitos, sorprendidos por lo que habíamos visto; que linda historia y que lindo detalle, regalarle aquel lapicero a su hijo, todos estaban algo turulatos aún. Mi amigo e hijo de éste señor, estaba muy emocionado, se paró a recibir aquel legado y a darle un abrazo a su padre en señal de agradecimiento, fue tan rápido que los flashes de las cámaras aun no se habían encendido para inmortalizar éste momento, alguien sugirió que lo volviera a abrazar para filmarlo, así fue, aunque la segunda vez no fue tan emotiva. Todo era felicidad, su hijo primogénito, también lo estaba; compartió el objeto con los invitados, que lo fueron viendo al igual que yo mismo, y entonces mientras eso pasaba, mi cabeza empezó a pensar... Ésta es la manera que tiene de decirle que ya eligió a quien le tocará la Cruz y definitiva,mente no va a ser el primogénito, estoy seguro que el menor ni cuenta se dio de ese detalle, pero yo si, no se si el hijo mayor de éste señor si se habrá percatado de lo mismo que yo, pero yo me sentía apenado.

Finalmente es un detalle, que creo debo implementar en mi familia, con mis hijos, no puedo borrar de mi mente la cara de alegría y satisfacción de aquel hijo por su padre, y no puedo dejar pasar la oportunidad que me está dando la vida para darle a mis hijos algo que recordarán toda la vida. Tal vez un objeto material no sea tan importante, pero el significado y la connotación que uno le da a ciertas cosas, le dan un valor incalculable a las mismas. Estoy seguro que algo debo encontrar como legado, solo espero ser lo suficientemente original para darle el toque personal que deseo.