LAS MEDIAS DE PAPÁ

viernes, 18 de junio de 2021

 Por: Edwar Tenorio Triveño

 Movía las manos mientras hablaba, - tengo que cocinar - me decía, - felizmente hoy me ayudó tu cuñado, pero me toca hacer el arroz, no quiero que use mi arrocera, yo la cuido bastante y cuando la usa, me la deja sucia, por eso ya no le presto, pero ahora me fregó pues. Me dijo: “doñita présteme la olla arrocera, y yo le dije que no, entonces me dijo, “usted hace el arroz entonces doñita”, así que me fregué solita porque ahora yo tengo que hacer el arroz, - me contaba, mientras se reía a carcajadas de su propia ocurrencia y de lo bien que se llevaba con mi cuñado. Pero mientras hablaba y le escuchaba atentamente, mi mirada permanecía clavada en sus manos.

Mi madre, se enamoró una vez cuando era una jovencita, de niña vivió en una casa hacienda, llena de animales, sembradíos y verduras. Desde niña se le enseño a ser, como ella misma diría; “mujercita”. Había nacido en una época en que las niñas aprenden a ser mujercitas y los niños aprenden a ser jefes de familia. Por eso, cuando se sintió enamorada, se casó; Dejándolo todo para dedicarse a él y a ayudarlo. Ayudarlo a estudiar, a cuidar la casa, a cocinar y a limpiar. Todo debía ser perfecto para él, pues él, es el hombre de la casa. Mi madre fue mamá antes de serlo, pues no solo nos cuidó a nosotros sino también y principalmente a mi padre, y a todos y cada uno de quienes la rodean. Mi madre era mamá del perrito que movía su cola y de la cholita que le ayudaba en la cocina, era mamá de mis tías pequeñas y fue mamá de su suegra cuando enfermó. Así había sido criada, la bondad y la maternidad eran partes de su propia existencia, por eso entiendo las cosas que hace, aunque no deja de sorprenderme. El cariño que despliega es un cariño fácil, no se esfuerza, le sale, le brota, se siente.

Ahora ella vive con mi padre enfermo, con mi hermana, mi cuñado y sus hijitas. Eso la mantiene ocupada, la fuerza a seguir siendo madre y abuela, aunque cansada por el paso de los años, deja a un lado sus achaques y continúa haciendo lo que ha venido haciendo en los últimos cincuenta años o más. Ésta tarde fui a buscarla y me senté a conversar con ella unos minutos. Ella, cogía una por una las medias de papá, las separa por colores y por pares, las revisa de a pocos, lento muy lento, como buscado algún defecto, un agujero o el más imperceptible desgarro, luego, estira una sobre sus rodillas y le quita las arruguitas formadas en los bordes, dobla el talón y la parte del empeine en dos a lo largo, vuelve a estirar con las manos, las desliza hacia los extremos, planchándola. Luego hace lo mismo con su par. Junta ambas sobre sus muslos, las coloca una encima de la otra y las vuelve a estirar, como a aquella masa de sopaipillas que preparaba en las tardes de verano y que acompañaba con api cuando niño. Las enrolla con sumo cuidado, ningún borde debe sobre pasar la otra media, cuida que sea perfecto. Ya casi finaliza, pensé. Ahora separa unos ocho o diez centímetros de la última parte de la media, esa por donde entra el pie a calentarse, mete sus dedos dentro, le da una vuelta y los abre formando una especie de paracaídas con la media, luego la calza sobre ella misma, encerrándola, envolviéndola, formando con ellas una bolita perfecta. Finalmente la acomoda con ambas manos para que quede perfecta; como quien acomodaría una papa rellena antes de echarla a la sartén; como formando el ying y el yang con las manos, luego la deja junto a las demás bolitas que ha preparado previamente.

Mientras éste ritual se llevaba a cabo, ella sigue hablando, sin percatarse que mi mente anota cada movimiento de sus manos, con tinta indeleble en la memoria, mientras pienso que debo contarlo, que todo el mundo debe saber cómo mi madre envuelve las medias de papá; con ese cariño, con esa delicadeza y con esa perfección, que le impregna a cada prenda mientras la toca.

Mientras mi mente la escuchaba, pensaba y anotaba en la memoria, (todo a la vez). Mi madre cogía otro par de medias para iniciar de nuevo y desde el principio ese ritual de amor inconsciente. Mientras todo esto pasa, sin que ella se percate, me cuenta como la diabetes y la presión baja, afectan la vida de papá en estos días. Síntomas, que ella ha aprendido a detectar y tratar, con diez milímetros de licor de muña, un caramelo o un café.

Si las medias de papá han tenido la suerte de ser amadas, acariciadas y envueltas en bolitas de colores, debo pensar que mi padre, es acurrucado, amado y cuidado con el mismo amor inconsciente e incondicional. Y, no puedo sino, alegrarme por él y su maravillosa vida, llena de inconvenientes y problemas seguramente, pero también, llena de un amor y un cariño incalculable y difícil de medir, más allá de compararlas con el tamaño de cada una de las medias de papá.  

ULTIMA LLAMADA (PARTE III)

miércoles, 2 de junio de 2021

 




ULTIMA LLAMADA

Autor: Edwar F. Tenorio Triveño

Avanzaban presurosas hacia la empresa de Transportes Cruz del Sur, ubicada en el terminal terrestre de Arequipa. Para llegar, debían cruzar el estacionamiento e ingresar a otro terminal. Mientras corrían, agitadas, apresuradas y cargando maletas, de reojo Rosario miraba el reloj de su muñeca, que marcaba diez para las cinco de la tarde, sin saber que el siguiente bus a Lima partía a las cinco en punto. Apenas tuvieron tiempo de comprar los pasajes y subir al bus. La puerta del mismo, se cerró detrás de ellas, avanzaron por el pasillo, mientras el bus ya empezaba a moverse.

Cuando por fin lograron ponerse cómodas, soltaron aire y tensión al mismo tiempo, - ufffffffffresoplaron, luego ambas se miraron y rieron, rieron fuerte, a carcajadas, sin poder parar, rieron, hasta que sus ojos se humedecieron, como aquella garúa tenue de otoño que humedece las farolas. Eran felices. Lo que habían vivido juntas era probablemente una anécdota que recordaran toda la vida.

Camila miró su mano entonces, y la sonrisa de Manuel, se vio reflejada en su palma, el recuerdo de esa conversación, las risas, aquella sensación de haber dejado el alma en ese bus no la dejaba tranquila, hubiese deseado más tiempo, para conocerse, para bailar juntos, para caminar tomados de la mano por lugares de éste país que ya amaba, más tiempo para soñar juntos, para compartir. Pero él destino es una vorágine de eventos y no todos afortunados. Cogió la libreta que servía de diario desde que salieron de Formosa, y anotó cada detalle del viaje, copió el texto que aún tenía en la mano, lo encerró en un círculo y escribió, - “Hoy conocí al amor de mi vida y la vida me lo arrebató como se lo arrebató a mi madre.” - Rosario, alcanzó a leer el texto, y pregunto – ¿Y, tanto te gusto? - Camila, de inmediato contestó – Me re encantó maaaá, era re tierno, re caballero, se preocupó tanto por mí, que parecía imposible, me hubiese encantado que converse con vos un rato, solo un rato; vos te darías cuenta de lo que te digo. – Rosario, contestó tratando de calmar su ansiedad y evidente sufrimiento, como semanas antes se habría auto consolado, - No era para voz Cami, ya aparecerá el indicado, ya verás. Eres tan pequeñita aún, mi pequeñita linda, vas a ver que te van a llover pibes, ya vas a ver. – dijo Rosario Sonriendo. Conocía muy bien ese sentimiento llamado amor y cómo se sentía perderlo. Era la primera vez que había visto a Camila enamorada, ¿qué más podría decirle?, así que trato de expresarse sin palabras y tan solo pasó su brazo por la espalda, y la abrazó con una sonrisa cómplice apretándola hacia ella. Las dos rieron.

¿Ya sabés a qué hora llegamos a Líma? - preguntó Camila, cambiando el tema de conversación. - no estoy segura – contestó Rosario e inmediatamente preguntó a uno de los pasajeros vecinos, obteniendo la siguiente respuesta: “Son quince horas, supongo que mañana temprano estaremos llegando señora”.  Camila, escucha sorprendida, pues sabe que su avión para Argentina sale hoy. Sin embargo, Rosario, recibe la comunicación más tranquila, definitivamente sabe algo que Camila no. Camila la mira fijamente como esperando algo. Y Rosario responde a su mirada con un – ¡¿Qué?! – indiferente y sorprendida. – ¡que el avión sale hoy maá!, ¡sale hoy!, ¡vamos a perder el vuelo! – grita con desespero. - No Cami -, responde ella con cariño, - el avión sale mañana –. Entonces, Camila en voz alta dice: – Soy una tarada, definitivamente, soy una ¡RE-TA-RA-DA! -  evidenciando su enojo. – ¿Qué ocurre Camila? – dice su madre preocupada. - Nada Maaaá,… le dije a Manuel que me acompañe a Lima y él estuvo dispuesto, pero no vino porque no tenía sentido, si viajábamos hoy. Me equivoque Maaaá, y él hubiera venido Maaaaá, pero soy una boluda, una Boluda soy, una tremenda ¡BO-LU-DA!… que boluda, ¡RE… BO-LU-DA!, repetía enojada consigo misma. – Calmáte Cami, es mejor así, si lo acabás de conocer, - Y Camila molesta pero resignada, respondió - Tenés razón mamá, tenés razón. -  pensando en que al día siguiente hablaría con él.

El viaje transcurrió tranquilo, pronto oscureció y la luna las abrazó a ambas, que cansadas como estaban, durmieron toda la noche sin sentir el viaje. A la mañana siguiente, mientras el Astro Rey cantaba las mañanitas, Camila miraba extasiada el océano inmenso, tan cerca de ella, nunca lo había tenido tan cerca. El azul que se mezclaba con el cielo, las olas, las nubes detrás de las olas, imaginó delfines saltando y tal vez así fue. Pronto divisó balnearios, algunos muy lindos, otros muy pobres, uno al costado del otro, mezclando realidades, mezclando gentes. Cada cosa que vió la llenó de emoción, quería estar ahí, tocar con sus pies descalzos la cálida arena y caminar de la mano con Manuel. Pronto el mar desapareció para dejar paso a las casas y las casas a los edificios, el tráfico, los ambulantes, los puestos de peaje, y finalmente, la última parada. Otro viaje, las esperaba camino al Aeropuerto. Pasaron el día así. Camila subió y bajo las escaleras eléctricas varias veces, tomó un café en Starbucks, solo para usar el wifi, comieron y compraron algún souvenir para recordar su viaje a Perú, pero principalmente para recordar su viaje a Cusco.

Pronto un sonido, distrajo el silencio: tun tun tun tun y una voz femenina, dulce y clara, salió de los parlantes del aeropuerto - señores y señoras, LAN anuncia la partida de su vuelo 3188, con destino a la ciudad de Buenos Aires – Argentina, con escala en la ciudad de Formosa – Argentina… tun tun tun tun. Señores pasajeros, acercarse por la puerta cuatro, con sus documentos y pasajes en la mano – Luego dos tripulantes de vuelo, impecablemente uniformados, se pusieron en la puerta, recibiendo a los pasajeros y escaneando los tickets. Camila y Rosario se encontraban en una pequeña fila, a instantes de subir al avión. Camila pensó para si – ya no puedo, ahora si ya no puedo - había pasado el día tratando de comunicarse con Manuel, en la libreta tenía anotado un numero de celular de nueve dígitos y ella no tenía celular, solo el pequeño celular de su madre que solo usaba como cámara durante el viaje, pues no se le había ocurrido adquirir un chip en el Perú, ¿para qué?, si no conocían a nadie. Camila consiguió uno, con mucha dificultad, en el aeropuerto, pero tuvo mil problemas para usarlo, primero no tenía señal y luego no tenía saldo. Ya había hablado con una señorita que solo le decía que debía esperar. Ella esperaba, pero ya estaba a punto de subirse a ese avión y sentía que una vez montada en él, habría perdido la oportunidad de comunicarse con Manuel.

Finalmente, caminaron por la manga, directo al avión. Camila con el celular de Rosario en las manos. Mientras cruzaban la puertecilla del avión, un timbre sonó, siguió avanzando en la fila en medio del pasillo, buscó sus asientos, guardó el equipaje de mano, se sentaron. Rosario se acomodó junto a la ventanilla y Camila al intermedio. Cogió el celular nuevamente, escucho atentamente el mensaje y las indicaciones, sacó la libreta y marco uno a uno los nueve dígitos del celular que Manuel había anotado en su mano horas antes, y que ahora resaltaban en un círculo, en esa hoja de papel de aquella libreta, llena de anécdotas, de horarios, de nombres de lugares, de experiencias vividas en Perú, pero principalmente en Cusco.

El celular timbraba por fin, después de mucho tiempo; sonaba… una vez, luego otra y otra, y otra vez. Camila desesperaba, pues sabía que el tiempo se acababa. El capitán del avión ya se había presentado en los parlantes y había ordenado abrocharse los cinturones y apagar los celulares. Nadie contestaba al otro lado de la línea, la llamada había terminado y ella intentaba una vez más, sin éxito. Una y otra vez, hasta que la azafata se acercó y le pidió amablemente que guardara el celular. Camila se disculpó e hizo el ademán de guardarlo. El avión empezó a moverse lentamente, acomodándose en la pista para despegar, una vez más y casi a escondidas Camila marco por última vez el número de Manuel, timbró dos veces y alguien respondió, pero ella no pudo hablar. La azafata, que se encontraba parada a su lado, con una mirada dura pero amable le pidió que apagara y guardara el celular. Rosario con la mirada, también le ordeno que lo hiciera, por lo que, a Camila no le quedó más, que obedecer, colgar la llamada, apagar el teléfono y devolverlo a su dueña; quien lo guardo en su cartera para no sacarlo más.

 

Al otro lado de la línea, Manuel había escuchado la llamada de un teléfono desconocido, que insistía y que no había querido contestar pues ya estaba harto de las impertinentes llamadas de bancos y empresas de telefonía, ofreciendo productos que quieres comprar. Y, cuando contesta, no le hablan y lo que es peor, le cuelgan. Pese a ello, Manuel devolvió la llamada, pero sonaba apagado. Lo que no le dejo dudas, - seguro querían ofrecerme algún producto que no quiero comprar… ya me tienen harto, - pensó, mientras dejaba el celular sobre el escritorio, y sentado frente a la pantalla del computador intentaba una vez más sin éxito, comunicarse con esa chica linda que había conocido en el bus de Cusco a Arequipa.

EL GOOGLE MAP DEL TESORO (Parte II)

sábado, 22 de mayo de 2021

 

EL GOOGLE MAP DEL TESORO

Autor: Edwar F. Tenorio Triveño

Durante unos años, cada vez que podía o se acordaba del sueño del bus accidentado, Manuel, intentaba recordar, una vez más, sentado frente a su pantalla, la dirección de correo electrónico que Camila había escrito en su mano. ¿camila17@hotmail.com, camila77@hotmail.com? o era ¿camila77@gmail.com? – intentaba por enésima vez, sin éxito. Jamás obtenía una respuesta, salvo algunas o varias veces un mensaje, muy parecido a este – “Delivery has failed to these recipients or groups”. Y éste día, no iba a ser la excepción.

Mientras revisaba su Facebook, de cuando en cuando, ponía en el buscador “Camila de Argentina” o “Camila de Formosa”, también sin éxito. Luego regresaba a la realidad y se concentraba nuevamente en el trabajo del curso de Seminario de Integración en Derecho Civil y Procesal Civil que llevaba en la Universidad. Faltaba poco para egresar de la facultad de derecho.

Sonó el teléfono, y la voz de Lucia, se oye en el auricular, solo para recordarle que debe pasar a buscarla mañana para ir juntos a la facultad, - A las ocho treinta ésta bien, porque la clase empieza a las nueve y treinta, y nos da tiempo de revisar todo antes de la exposición, - los trabajos de la U, siempre fueron la excusa perfecta para hablar con él, habían sido pareja desde noveno ciclo, y siempre hacían los trabajos juntos. Lucía era una chica inteligente, alta, espigada como una modelo de pasarela, su cabello era oscuro, largo y lacio, de esos que parecían ser planchados todos los días. Tenía ese aire de superioridad y seguridad, de saberse bella e inteligente. Además, su padre era un abogado litigante muy conocido por su aguda inteligencia y por ganar siempre los casos en los que asumía la defensa. No era raro pensar que Lucia había heredado esa misma agudeza para lograr siempre lo que quiere. Hablaron unos minutos más, y fue ella misma quien cortó la llamada, pidiéndole que descanse, que el trabajo estaba hecho y mañana los esperaba un día genial, pues con ese trabajo saldrían de vacaciones por quince días. Se despidieron con un beso y un - te quiero, yo también, nos vemos mañana. – como cada noche. Eran la pareja perfecta. Lucia lo tenía todo planeado, al terminar la carrera ambos viajarían a la capital a hacer una maestría en derecho Comercial y Tributario en la Pontificia Universidad Católica del Perú. Y trabajarían en el Ministerio de Economía, su padre tenía los contactos, era cuestión de sacar el título nomas. Además, Manuel era un gran partido, su padre también era abogado y trabajaba como Intendente de Tacna en la Superintendencia Nacional de Administración Tributaria. Y también tenía contactos.

Al día siguiente, Manuel tomó un baño de agua fría, se colocó el terno azul que usaba para exposiciones, una camisa blanca y los gemelos dorados, uso la colonia que le regalo Lucía y se lo aventó encima, mientras aún tenía el cabello mojado se peinó solo con las manos, quedando aromatizado y perfecto. Cogió las llaves de la camioneta y manejó desde la Av. Billinghurst hasta la Urbanización Pescasseroli, para encontrarse con Lucía. Al llegar le marco el celular para informar que estaba en la puerta y Lucia ya estaba lista, esperándolo con el vestido azul de corte A, que hacia juego con el terno de Manuel y dejaba ver sus piernas largas y espigadas, los zapatos negros de tacón la estilizaban aún más y el cabello largo perfecto como siempre, y ese aroma dulce en su piel, que se expandía en el aire como una bomba nuclear, mientras bajaba uno a uno los escalones de la entrada de su casa y se ponía los lentes oscuros para cuidarse del sol. Luego, subía a la camioneta, por el lado del copiloto, cuya puerta había abierto caballerosamente Manuel desde afuera segundos antes, y una vez adentro, ese beso dulce, suave, pequeño y sensual en los labios de Manuel, que de solo verlos se iluminaba el interior del coche. Definitivamente, ambos, eran perfectos.

Mientras iban camino a la Universidad, Lucía hacía planes para pasar las vacaciones con Manuel. Mancora, era una buena idea, su amiga trabajaba como azafata en una línea aérea chilena y siempre le ofrecía tickets con descuento. Además, ésta vez, el paquete estaba completo, pues había hecho una reserva en un hotel en Punta Sal que le iba a costar muy barato. Mientras Manuel le proponía algo diferente, - ¿Qué te parece si vamos a Cusco?, podemos ir en la camioneta, yo manejo, hace casi cuatro años que no voy, y me gustaría mostrarte la ciudad y los monumentos arqueológicos, incluso tenemos el tiempo para ir a Machu Picchu Le dijo, cambiando todos los planes de Lucía, que no se veía muy entusiasmada. Pasar quince horas sentada en esa camioneta no era precisamente su idea de vacaciones, además ella prefería la playa, el avión y la comodidad de un resort. En esas andaban, cuando llegaron a la facultad de Derecho. Aún era temprano, así que decidieron ir a por un café y el sanguchito de pollo con mayonesa que hacia doña Doris, en la cafetería. Mientras Manuel bebía su café negro y el sándwich de pollo con mayonesa, Lucía disfrutaba una ensalada de frutas y yogurt griego. Manuel sacó el celular y busco la App de mapas de su buscador favorito, y puso “Cusco”, para mostrarle a Lucia la ruta que tomarían en el mapa. Al presionar la lupa del buscador, salió un mapa y debajo se podían ver algunas fotos de la ciudad del Cusco, que el aprovechó para mostrarle los lugares a Lucía.Mira, aquí está una foto del Valle Sagrado, es hermoso. Y mira ésta otra de Saqsaywaman. - Hizo clic en una de las fotos de Moray y se abrió un álbum con muchas más fotos. - No sabía que pusieran tantas fotos – le dijo a Lucia emocionado, mientras le mostraba una a una las fotos de ese álbum. Luego le dio para atrás, e iba revisando los lugares que iban apareciendo, la plaza de armas, el museo de arte precolombino, el mercado de San Pedro, la piedra de los doce ángulos, Qénco, Puka Pukara, Tambomachay, y finalmente Macchu Pichu, en ese álbum había muchísimas más fotos, que con emoción revisaba junto a Lucía, con tanto entusiasmo que empezaba a convencerla. – Puede ser – le dijo Lucia, complaciente, pero nada emocionada, y continuó - ya casi son las nueve y treinta, vamos al salón que debe estar por llegar el profe – Mientras Manuel bebía el ultimo sorbo de café y daba el último mordisco al sándwich, se ponía de pie y se acercaba a la caja para pagar el consumo, y lucía limpiaba la comisura de sus labios con una servilleta y retocaba el labial que había perdido su color.

Mientras Manuel esperaba su cambio, una foto de Macchu Pichu, llamo su atención. Una imagen se le hacía conocida. Unos jeans rotos en las rodillas y un sombrero rojo o guinda llamaron su atención. - ¿dónde había visto a esa chica antes? – su rostro mostraba una interrogante, que no alcanzaba a descubrir, pero en ese instante doña Doris, le alcanzaba unas monedas y Lucia lo cogía del brazo, obligándolo a apagar la pantalla del celular y guardarlo en el bolsillo izquierdo del pantalón para apresurarse a llegar al salón de clases dónde debían exponer juntos la disertación que habían preparado, para la clase de Seminario Civil y Procesal Civil. Como de costumbre, recibieron la felicitación del docente y la envidia de sus compañeros, aún faltaban unas clases antes de poder decir que estaban oficialmente de vacaciones.

Quiero ese, señorita, ese…, el de color rosado – señalando el Samsung Galaxy A51 del mostrador, Rosario Baraglia había ahorrado mucho para comprarse ese celular, había investigado y leído mucho sobre sus funciones y su cámara, por fin podría cambiarlo, éste era mucho más grande. Después de pagarlo, y fuera de sí, por la emoción, no quiso llegar a casa para usarlo, así que abrió la caja de inmediato y saco el celular nuevo, comparándolo con el que tenía en la mano. – señorita, me ayuda – le dijo a la vendedora, muy educada como siempre.  – Venga le Ashyudo – contesto de inmediato, sacando una aguja para abrir el celular y extraer el chip y colocarlo en el nuevo y flamante A51. – ¿quiere que todos los datos de su antiguo celular pasen al nuevo? – preguntó la señorita. Y, Rosario contestó con otra pregunta, - ¿Y…, se puede eso?. - Venga que le explicó – le contestó la vendedora, mientras colocaba uno sobre otro los celulares, y presionaba unos botones con maestría. Y, en pocos minutos; Ualaaá!, el nuevo celular tenía su directorio y demás aplicaciones, pero sobre todo, tenía sus fotos. - Es mágico!,… Maravilloso!... – decía Rosario, mientras se tapaba la boca con las manos, de la sorpresa y alegría. Luego, abrió el google fotos, y todas estaban ahí, la ceremonia de premiación como mejor enfermera, el viaje a la playa en Uruguay, el cumple de la abuela y el viaje a Cusco con Camila, volvió a verlas como si fuera la primera vez, hacía años que no las veía; ese viaje había sido muy importante para ella, apenas habían pasado unas semanas desde que su esposo, decidió dejarla por Silvana, (su mejor amiga y compañera de guardia), y la manera de escapar de esa depresión, fue viajar, reencontrarse con Camila y unirse a ella, como madre e hija, ese viaje la sano. Mientras miraba absorta las fotografías, un mensaje salto en su pantalla, “Haz viajado a Cusco, ¿quieres compartir unas fotos de tu viaje?”; e inmediatamente presiono el botón de compartir, y en un segundo todo el álbum de Cusco se habían cargado en google map, no pudo verlas en esa aplicación, solo le dio botón atrás, y siguió mirando sus fotos, un poco más, - ¿puedo ashyudarla en algo más? – preguntó la amable vendedora. - No, gracias, ha sido muy amable, - contestó Rosario, sin que tanta alegría y nostalgia cupieran en su cuerpo. Guardó su antiguo celular en la cartera, y metió la caja en la bolsa y la bolsa también en la cartera, y salió de la tienda con el celular en la mano, más feliz, más segura, más alegre, mucho más dichosa de como entró a la tienda aquella mañana.

Manuel llegó a casa para almorzar luego de la Universidad, ahora sí, oficialmente, estaba de vacaciones, y tenía que darle una respuesta a Lucía, esa misma noche, pues ella insistía en el viaje a Mancora y en el Resort en Punta Sal, comió rápido y marchó a su habitación donde miraba el techo desde su cama, pensando en que idea sería la mejor; si ir a Cusco después de casi cuatro años desde la última vez, pero esta vez con Lucia; ó ir a Mancora, a donde ya había estado antes con Lucía, porque era de sus lugares favoritos.

Divagando en sus pensamientos, se estaba quedando dormido, cuando entre sueños, recordó la foto que había visto en el celular esa mañana, - ¿dónde estaba?, ¿qué palabra uso para encontrarla?, - ¡puse Cusco! – dijo en voz alta mientras que, de un salto, se ponía de pie, cogía el celular y abría la aplicación “google map”, para buscar aquella foto. tardó un poco en ubicarla, muchas personas habían colgado fotos visitando Cusco, hasta que la encontró, y claro, era ella, era Camila, claro que era ella, llevaba el mismo sombrero y el mismo pantalón, esos cabellos rizados eran inolvidables, claro que era ella, pero quien colgó la foto, busco el enlace y de pronto, el nombre de Rosario Baraglia Lombardo asomaba en el teléfono inteligente, pero, ¿quién era ella?, ella no es Camila. Además, no había un teléfono o una dirección. Estaba en las mismas. Y entonces, dudo que fuera ella, - tal vez es solo mi imaginación – pensó para sí, - tal vez debo dejar las cosas así, y dejar de pensar en imposibles. 

Camila se había vuelto una obsesión en los primeros años, Manuel se alejó de sus amigos, y pasaba horas tratando de descubrir como ubicarla, ya no dejaría que esa sensación horrible y de impotencia, regrese a su vida. Y si fuera ella, no tenía como contactarla igual, estaba como al principio, además, ahora, él tenía a Lucía en su vida. –Y, ya tenemos un plan -, pensó mientras casi por inercia, marco el teléfono de Lucía, y le dijo, - Aló, Lucía, lo pensé mejor, tienes razón vámonos a Mancora, - Y Lucía al otro lado de la línea, con una sonrisa ganadora, y una voz muy aguda, gritaba; - aaahhhhhhhhhhhhhhhh!!! Lo sabía, mi amor, lo sabía, te cuento que debes hacer las maletas ya, porque salimos mañana a las cinco en punto, debemos estar a las cuatro de la tarde en el Aeropuerto, ya tengo los pasajes, sabía que ibas a venir, te amo amor, te amo, te amo, te amo, vas a ver que lo vamos a pasar muy bien, - Y al otro lado, del teléfono Manuel, que ya la conocía, sonreía, - estás loca mujer, ¿lo sabias?; Y, ¿si te decía que no? – y ella muy segura de sí misma, - sabía que dirías que sí. Eres un chico Inteligente, sino, no estaría contigo, y lo sabes. Ahora alístate, que salimos mañana… aaaaaahhhhhhhhhhh – Volvió a gritar emocionada y aún más aguda. Luego, le colgó, sin que él pudiera decir una palabra. 

Manuel salió de su habitación y se dirigió a la cocina donde estaba su madre. Mamá, me voy a Mancora mañana – Y su madre, le dice, sorprendida; ¿Qué?... tu no cambias. Y, ¿con quién vas?, ¿con Lucía?, repreguntó, como contestándose ella misma. A lo que él, asintió sin hablar. - Por favor, ¡Cuídense!, - le dijo su madre a Manuel, como en doble sentido, a lo que Manuel solo sonrió, besando su cabeza y saliendo de la cocina, - ya estamos grandes, no te preocupes. Te voy a estar llamando todos los días. - Y salió, rumbo a su habitación otra vez, ésta vez para buscar su maleta y meter en ella, sus mejores trajes de baño, algunas camisetas e interiores limpios. ¡Allá vamos Mancora!.

 

EL ACCIDENTE

domingo, 2 de mayo de 2021


Camila y Rosario dormían profundamente, cuando un sonido muy fuerte las despertó. El bus sin control se arrastraba hacia el borde de la pista de tierra acercándose peligrosamente al abismo; en una maniobra peligrosa, el chofer chocó contra un montículo de arena y piedra evitando una tragedia mayor. Pronto el bus se llenó de humo, obligando a los pasajeros evacuar de inmediato. No eran ni las cinco de la mañana, el sol aun no asomaba en el horizonte y el paisaje hermoso del Cusco, lucía terrible aquella fría madrugada. Pronto, el tiempo paso y el sol lo ilumino todo, y el calor y la sed se apoderaron de ellas y del resto de pasajeros, quienes comentaban molestos sobre el accidente. Uno de los choferes decidió caminar hacia el poblado más cercano para pedir ayuda. Felizmente ninguna persona había salido herida. Una llanta había explotado y provocado el accidente.



Era la primera vez de Camila en Machu Picchu y la ciudad del Cusco. Había pasado unos días increíbles junto a su madre, quien entonces se había convertido en su mejor amiga. Viajaban a la ciudad de Lima para embarcarse luego en el avión de regreso a casa, en Argentina. Algo magulladas, cansadas y sedientas levantaban las manos cada vez que se acercaba un bus de otra empresa. Algunos paraban por humanidad y recogían unos cuantos pasajeros y otros ni paraban. Rosario no era tan rápida y no pudieron subirse a ninguno. Ya casi eran las once de la mañana y aún había un buen grupo de personas a un lado de la carretera.

 

En el terminal terrestre de Cusco, esa misma mañana, muy temprano, Manuel se embarcaba hacia Arequipa, sin saberlo, en la misma empresa de Transportes que una noche antes habían tomado Camila y Rosario rumbo a Lima. Manuel también había estado por primera vez en Cusco y Machu Picchu. Como siempre llevaba solo una mochila y una cámara que no dejaba nunca. Le gustaba viajar ligero. Aunque esta vez, pese a ser delgado, llevaba una casaca grande, acolchada y con capucha por el frio. Ninguno de los pasajeros sabía que el chofer había recibido la orden de cambiar un poco la ruta, para recoger a los pasajeros que habían quedado varados aquella mañana. Como siempre, apenas se acomodó en el asiento, abrazo el regazo de Morfeo, mientras el bus se alejaba de la ciudad imperial.

 

Camila y su mamá, llevaban horas en la carretera, paradas o sentadas sobre sus maletas. Ambas llevaban zapatos de trekking, Camila, unos jeans gastados y rotos en las rodillas, un top gris pegado a su cuerpo con escote y los hombros descubiertos, sus cabellos eran rizados y castaño claro, recogidos en una coleta improvisada y sobre su cabeza llevaba un sombrero de fibra de alpaca rojo o guinda que había adquirido como souvenir en Cusco, casi no llevaba maquillaje, solo protector solar que compartía con Rosario y brillo labial, sus ojos eran grandes y acaramelados que podías confundirse fácilmente con verdes iguales a los de Rosario, una señora también delgada, que vestía pantalones de corduroy color mostaza, camisa de cuello alto y sombrero de paja, ambas de piel clara y bronceadas por el sol.

 

El chofer que salió por la mañana había vuelto e informado que la ayuda estaba en camino, que tengan paciencia. El viaje se había convertido en una gran anécdota que no estaban seguras de querer contar. Como a las once de la mañana, por fin llegó un bus de la misma empresa y paro junto al bus accidentado. Abrió sus puertas, lo que despertó a Manuel, que estaba dentro, y mientras bostezaba, veía como la gente llenaba los pasillos del bus en el que iba. Se molestó por la incomodidad, el calor ya era insoportable sin tantas personas, pensó. Pronto en ese bus no cabía un alfiler, habían subido hombres, mujeres y niños que lucían sucios y cansados. Y; además, habían subido equipaje a la cabina, lo que llenaba aún más el bus en el que iba. Desconfiado como era, solo atinó a poner la mochila sobre su regazo y guardar la cámara, pero antes hizo rápidamente unas fotos del bus accidentado.

 

Junto a la puerta, Manuel vio a Camila e inmediatamente llamó su atención, era la única chica linda en todo el bus, pero estaba tan molesto que solo se hizo al dormido, para no ceder el asiento a nadie, como su educación le obligaba. Pasaron largos e interminables minutos antes que las personas empezaran a hablar entre sí, y contaran lo que había pasado. Entonces Manuel se enteró que el bus accidentado iba camino a Lima y no a Arequipa, lo que le pareció extraño, pues Lima no era la ruta que había tomado. Camilla iba parada justo a su lado y más atrás Rosario iba sentada sobre su maleta en medio del corredor. A Camila se le notaba el cansancio y Manuel, sentía que debía cederle el asiento como le habían enseñado sus padres, pero, por otro lado, le parecía injusto haber pagado su pasaje para luego dárselo a un desconocido y viajar parado, en esas estaba, cuando ella conversando con la señora sentada a su costado, dijo en voz alta, - creí que me moría, sentimos la explosión, así re fuerte, y en la ventanilla vimos el hoyo ese, tan hondo, ¿viste?, que sentí que nos moríamos ahí mismo. Y estuvimos ahí, paradas desde la madrugada, ¿viste?, sin comida y sin beber agua, tanto que ándo recansada, si hubiera un caballero que me cediera el asiento, sería genial. – mirándome de reojo, y con algo de cochineo. Manuel se sintió avergonzado y no alzó la mirada por unos minutos mientras en su mente, ensayaba mil formas de cederle el asiento, pero no le salía, hasta que, de pronto se armó de valor, y en voz muy baja acomodó su casaca en el brazo del asiento, y le dijo – puedes sentarte aquí si quieres, - señalando el brazo del asiento, mientras acomodaba su casaca para que este más cómoda - ¿y, no querés que me siente en tus piernas también? jajaja – pregunto riendo genuinamente a carcajadas. Haciendo que Manuel, se pusiera rojo de la vergüenza, y de inmediato se puso de pie, para cederle el asiento, diciendo, - no quise ser grosero, disculpa, siéntate, por favor – Ella sonrió de nuevo, y no le dejó ponerse de pie, - estoy bromeando boludo… si querés me siento en tus piernas de verdad, - le dijo, socarrona, mientras se acomodaba en el brazo del asiento y apoyaba su brazo sobre la cabeza de Manuel, en el asiento. – Uff ­-  respiró fuerte, - de verdad estaba recansada, y comprobé que eres un caballero, pero no te quería incomodar, o la verdad si quería jajaja – reía más tranquila. - ¿Viajas sola? - preguntó Manuel. - Con mi mamá – contestó ella, - está ahí sentada en la maleta – a lo que Manuel, intentó ponerse de pie nuevamente, pero ella lo impidió, - tranquilo, si me canso te digo para cambiar, no te preocupés –

 

Camila, le contó que habían estado en Cusco casi diez días y que habían visitado Machu Picchu, le contó lo mucho que le gustó verlo por primera vez, y lo hermoso que era su país, le contó que era de Argentina de un lugar llamado Formosa frontera con Paraguay, que hacía poco había acabado la secundaria y que iba a estudiar medicina veterinaria. Él, le contó que era de Tacna y que había empezado a estudiar derecho y que sería abogado como su padre. Ella le contó que era hija única y que su padre no vivía con ellas, pero que se llevaban bien. Él le contó que tiene una hermana menor, que piensa estudiar medicina. Se conocieron en esas horas de viaje, y conversaron de muchas cosas hasta que ella de pronto se calló. Él la miró y estaba dormida y no quiso molestarla. Ambos callaron. Volteó la cara y de reojo vio a Rosario que también dormía acomodada en su maleta. Mientras Camila dormía resbalo el brazo sobre el cuello de Manuel, y el no dijo nada, pronto, su cuerpo cayó suavemente sobre el suyo y Manuel callo sin decir nada, y solo atinó a acomodarla, prácticamente la tenía sobre sus rodillas y su rostro muy cerca de él. Manuel, pensaba si hacia bien en quedarse callado, miro a la señora de su costado y ésta también dormía, no quería aprovecharse de ella, pero tampoco quería despertarla, sabia el mal momento que había pasado, que casi no había dormido, y que estuvo parada muchas horas mientras esperaba ayuda. Había compartido con ella un jugo de naranja que llevaba encima y unos bizcochos que compro en el terminal terrestre antes de subir al bus, así que ya no le preocupaba que tuviese hambre. Estuvo nervioso un rato, hasta que también sucumbió al sueño. Pronto despertaron ambos, ella sentada en sus piernas y abrazada a su cuello, y el, cogiéndola por la cintura para que esté cómoda y no caiga. Al despertar, ambos se miraron con los rostros muy cercanos el uno del otro, y ella con una sonrisa en el rostro le señalo las manos y preguntó - ¿estas cómodo? – haciendo incomoda la situación en un segundo, soltándola inmediatamente, lo que hizo que resbalara y para evitarlo la sujeto otra vez, y ella se agarró de su cuello. Claramente, no eran ajenos el uno del otro, ambos se gustaban, y ella susurró – ¿dónde estuviste mientras yo estaba en Cusco? – Buscándote sin encontrarte - susurró él. casi de inmediato. Ambos rieron, y estuvieron a punto de besarse, pero la señora del costado también despertó, y los miró como juzgando, quebrando una vez más el momento. Ella se acomodó otra vez, pero ya hablaban con más confianza. – ¿quieres sentarte? – preguntó Manuel, y ella esta vez aceptó. Ella ocupó el asiento, y él se puso de pie. - Sentáte en mis piernas, si querés – le dijo. - No me soportarías, - le contesto, mientras se acomodaba en el brazo del asiento y apoyándose en la cabecera del mismo, siguieron conversando sobre el futuro inmediato, - ¿Qué harás al llegar a Arequipa? – pregunto el, - cogeremos un bus de inmediato a Lima, pues debemos llegar hoy mismo, que sale nuestro avión hacia Argentina, ¿y, tú?, - pregunto ella, - Igual, - contesto el, - tomaré otro Bus hacia Tacna – mientras hablaban, sus manos se habían juntado sin saber cómo o en qué momento, y viajaron tomados de la mano, ambos se acariciaban el dorso de la mano con el pulgar, ¿en qué momento se habían dado tanta confianza?, ¿en qué momento se empezaron a acariciar?, - acompañáme a Lima le dijo, Camila, con voz risueña. - ¿Y qué haría allá? - contesto el, - igual tomarás un avión hacia argentina hoy mismo, - continuó, - Tenés razón – contestó ella, con la tristeza de quien debe separarse del amor de su vida, - pero podemos comunicarnos, ¿no?, ¿o se enoja la novia?con la clara intención de conocer el estado civil o romántico de Manuel, - No tengo novia – contesto él, mientras con un dedo acariciaba el brazo de Camila. Ella se puso de pie de nuevo, y le pidió que el tomase asiento, luego se sentó sobre él y volvió a coger su mano, - Manuel, se incomodó un poco, pues Rosario los veía; luego miró a Camila haciendo un gesto para que también se diera cuenta, pero ella hizo otro gesto, y cogió su mano aún más fuerte, como diciendo que no le importaba nada, y volvió a decirle susurrando - ¿dónde estuviste mientras estábamos en Cusco?, en ese momento, el bus ya había entrado a la ciudad, - Mira, ya entramos a Arequipa – dijo él, señalando la ventana. El bus en pocos minutos había entrado al terminal terrestre de Arequipa, y los pasajeros habían empezado a ponerse de pie mientras arreglaban sus cosas disponiéndose a bajar, Rosario, también hizo lo propio y se puso de pie. Camila, abrió una mochila y cogió un lapicero de tinta liquida, y anotó un correo electrónico en la palma de la mano de Manuel y le pidió que hiciera lo mismo, el anoto su correo también en la palma de ella. Luego se dieron un abrazo fuerte e interminable, como quien abraza a un gran y entrañable amor. El Bus había parado, las personas empezaron a bajar, - nos vemos – dijo ella, mientras se paraba cogía su mochila y ayudaba a Rosario a llevar la maleta. Rosario se despidió de Manuel, con un gesto de cabeza y Manuel, contestó, con un “hasta luego. Y permaneció sentado mientras ellas se alejaban, pensando en que nunca le había pasado algo como lo que había sucedido ese día, y no lo podía creer, y tampoco nadie se lo iba a creer. Luego cogió su mochila y recordó la cámara y pensó – Dios… ¿por qué no le tomé una foto? – mientras bajaba del bus. Para entonces, Camila y Rosario habían desaparecido en la distancia, entonces miró su palma y solo un borrón asomaba en su piel. Jamás se dieron un beso, y aunque ambos pensaron que habían conocido al amor de sus vidas, sabían que lo que pasó en ese bus gracias a ese accidente, quedaría grabado para siempre solo en el recuerdo de los dos.